La primera comparecencia del consejero de Educación y Deporte, Juan Imbroda, en la comisión parlamentaria de su ramo ha dejado la sensación de que, al menos en esta materia, el Gobierno andaluz tiene muy clara su hoja de ruta para los próximos cuatro años que, se supone, debe durar la legislatura autonómica. En especial, ha llamado la atención el plan para favorecer la empleabilidad de los estudiantes de FP, que tiene la concreta intención de reducir las altísimas tasas de paro juvenil que se registran en nuestra comunidad, algo que nos debería avergonzar como sociedad y que impide mirar al futuro con optimismo. Una sociedad que es incapaz de ofrecer trabajo a los más jóvenes está condenada a ver marchar a sus componentes más prometedores y dinámicos, creándose un círculo vicioso que afecta su capacidad de innovación o de regeneración demográfica. Aumentar, por tanto, la empleabilidad de los estudiantes de FP es una manera de apostar por el futuro de Andalucía en el sentido más amplio de la palabra, procurar su desarrollo y asegurar su población.

Uno de los aciertos del plan en el que trabaja Imbroda es la creación de una plataforma en la que estén representadas las consejerías de Educación, Empleo y Economía. Es evidente que un problema tan dramático y complejo como el desempleo juvenil necesita el concurso de distintos departamentos que permitan una mayor flexibilidad y alcance del proyecto. En este sentido, también sería deseable que la sociedad civil, especialmente las organizaciones empresariales y sindicales, se implicasen de forma generosa. Esta lucha es tarea de todos. Desde luego, no se puede seguir tolerando que 140.000 jóvenes no hayan tenido acceso a una plaza pública de FP.

No se trata de inventar nada nuevo. Existen ya modelos, como los de Alemania o el País Vasco, que son ejemplares en la conexión entre el sector educativo y el mercado laboral. Es evidente que en estos lugares el entramado empresarial es mucho más denso que en Andalucía, pero hay que aprovechar los recursos y fortalezas que tenemos para ejecutar un plan acorde a nuestras posibilidades.

No se trata de utilizar nuestro sistema escolar como mero vivero de mano de obra. Ante todo, la misión de los centros de enseñanza es formar ciudadanos responsables, pero también útiles, y poco útil se puede ser a la sociedad si uno no tiene siquiera un empleo.

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