El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, presentó ayer el que -por ahora- se conoce como el "Gobierno del cambio". En principio, pocos reparos se pueden poner al nuevo Ejecutivo surgido de las urnas del 2-D, el primero no socialista en casi cuarenta años, formado por una mezcla de perfiles técnicos y políticos, con seis consejeros -incluido el vicepresidente, Juan Marín- y cinco consejeras. Tiempo habrá de juzgar, a la vista de los resultados, si la elección de las personas ha sido acertada o no. Pasadas las celebraciones, es hora de que el nuevo Gobierno se ponga a trabajar cuanto antes para que se materialice ese cambio que los ciudadanos andaluces pidieron en las urnas. No hay tiempo que perder.

Aunque este Gobierno, como todos, debe gozar de un periodo razonable de adaptación en el que las críticas a sus acciones e iniciativas deben ser moderadas, no se puede pasar por alto un riesgo que ayer quedó patente: la bicefalia de un Ejecutivo formado por PP y Cs, dos formaciones que compiten por el liderazgo del centroderecha y cuyas relaciones no son ni mucho menos idílicas, más cuando nos acercamos a un ciclo electoral que avivará las diferencias. Muy pocos minutos después de que el presidente de la Junta presentase el nuevo Gobierno en el Palacio de San Telmo, el líder nacional de Ciudadanos, Albert Rivera, protagonizaba una reunión con el vicepresidente andaluz, Juan Marín, y los consejeros de Cs. A nadie se le escapa que la intención de Rivera era visualizar muy claramente el peso naranja en el Ejecutivo. Sin embargo, tanto PP como Ciudadanos deberían comprender muy bien que la unidad y coordinación del nuevo Gobierno de Andalucía son dos condiciones imprescindibles para que se materialice el cambio en nuestra comunidad autónoma. En la historia autonómica de España no es difícil encontrar ejemplos de gobiernos de coalición que han fracasado, precisamente, por la falta de comunicación y disciplina entre los distintos consejeros. El presidente investido por el Parlamento es Juanma Moreno, y a él le corresponde liderar el Gobierno, siempre teniendo en cuenta y respetando el pacto con sus socios de Cs.

Comentario aparte merece el extravagante protagonismo de Rivera justo el día que el presidente andaluz presentaba el Ejecutivo. Tras una campaña y unas negociaciones para formar Gobierno en las que el peso de los líderes nacionales ha sido excesivo, ya es hora de que se ponga fin a esta tutela. Los andaluces hemos votado a nuestros representantes. Sólo ellos -y no otros- son los que deben gobernar.

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