El año que estrenamos los andaluces seremos llamados a las urnas para refrendar el cambio político que se produjo a finales de 2018 o volver a las siglas que gobernaron la región durante cerca de cuatro décadas. Aunque las elecciones no tienen aún fecha, lo más probable es que se celebren en primavera o, como muy tarde, después del verano. Será una magnífica ocasión para que los andaluces se definan sobre si el autodenominado Gobierno del cambio ha servido de verdad para cambiar las cosas o de si sólo se ha producido un cambio de siglas y de nombres que no han alterado la sustancialidad de las políticas que se han aplicado, especialmente en las materias, como la sanidad y la educación, en las que la comunidad autónoma tiene competencias plenas. Las elecciones van a ser, sin duda, el acontecimiento político de este 2022 que empieza bajo el signo de la pandemia y de los problemas económicos derivados tanto de la situación sanitaria como de la subida de los precios. Y este año debe ser el que se pongan las bases efectivas de una recuperación económica y social que ya se apuntaba en los últimos meses pero que la sexta ola de la pandemia ha arruinado. Sería un error que el que debe ser el objetivo estratégico de Andalucía se vea afectado por la campaña electoral y la parálisis administrativa que estos procesos conllevan. El Gobierno de Juanma Moreno debe ser consciente de lo que se va a jugar Andalucía en los próximos meses y la oposición que encabeza Juan Espadas debe articular un discurso constructivo que ayude a plantear soluciones. Lo que menos le conviene a Andalucía en estos momentos es el ruido y la descalificación gratuita. Hasta ahora el debate andaluz se ha mantenido al margen de la crispación nacional y así debe de seguir, a pesar del horizonte electoral.