Andalucía y el Ingreso Mínimo Vital

Nuestra comunidad vuelve a demostrar que no termina de achicar la brecha con las autonomías más avanzadas. Cada vez que sale un dato socioeconómico se comprueba

Es un lugar común de los discursos político y periodístico afirmar que, tras cuarenta años de autonomía, Andalucía no ha conseguido reducir la brecha que la separa de las regiones más dinámicas y desarrolladas del resto de España, por no hablar del continente europeo. Este tópico, por mucho que nos moleste, tiene mucho de realidad, como demuestran los datos. La autonomía fue reivindicada por los andaluces no cómo una manera de colmar aspiraciones nacionales o identitarias de las que carece, sino como una herramienta de transformación política, económica y social que nos sacase del evidente subdesarrollo en el que se encontraba nuestra tierra a la muerte del general Franco. Es evidente que en estos cuarenta años hemos mejorado muchísimo, como el resto del país, pero también que relativamente seguimos siendo una de las zonas más atrasadas de la Unión Europea. No es ningún exceso realizar esta afirmación. Cada vez que sale algún indicador socioeconómico lo normal es que Andalucía se encuentre en la cola, normalmente acompañada de regiones como Extremadura o Canarias. El último dato que avala este diagnóstico es que uno de cada tres beneficiarios del Ingreso Mínimo Vital es andaluz. Concretamente, estamos hablando de 154.477 personas, según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. En ciudades como Sevilla y Cádiz se llegan a concentrar el 7,76% y el 6,06% de estas ayudas en España, lo que supone porcentajes muchos más altos que su peso poblacional en el país. Es evidente que el ciclo de crisis que estamos viendo en la última década ha disparado los problemas sociales y económicos, pero también que las condiciones adversas son iguales para todos los territorios. El actual Gobierno llegó a San Telmo con la promesa de cambiar ciertas inercias perniciosas tras décadas de poder socialista. Todavía es pronto para ver hasta qué punto lo está consiguiendo, pero no debería olvidar que el electorado no le dio su confianza para administrar la autonomía con unos criterios continuistas, sino para cambiar radicalmente las inercias. No parece ser que sea el camino tomado.

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