El anuncio del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, de que suprimirá definitivamente el peaje de la AP-4, que une a Sevilla con Cádiz, es una magnífica noticia y pone fin a una vieja reivindicación de la Baja Andalucía. Aunque el anterior ministro del ramo, el popular Íñigo de la Serna, ya había dejado claro que el Gobierno iba a rescatar dicha infraestructura aprovechando el fin de la última prórroga de la concesión a una empresa privada, el 31 de diciembre de 2019, lo cierto es que nunca había aclarado si dicho rescate llevaría implícito el fin del pago para sus usuarios. Sabido es que la única conexión gratuita de Cádiz con las grandes carreteras del Estado es por la Nacional IV, una vía con un único carril por sentido, trazado tortuoso y alta siniestralidad. Esto supone un agravio comparativo con el resto de ciudades andaluzas y gran parte de las españolas. La alternativa de la AP-4, una autopista construida a finales de los años sesenta del pasado siglo con unos altos estándares de calidad, es demasiado onerosa para aquellos que, por los motivos que sean -fundamentalmente laborales- deben usarla con frecuencia, pese a que la Junta ya rescató en 2005 una parte del peaje (el ubicado en Jerez de la Frontera), lo cual costará a las arcas públicas andaluzas cerca de 70 millones de euros.

El definitivo rescate del peaje de la autopista Sevilla-Cádiz permitirá, pues, una comunicación más barata y ágil de las personas y las mercancías entre Cádiz y Sevilla, con todos los beneficios que eso conlleva. Era y es incomprensible que, llegados los meses estivales, el peaje de Las Cabezas de San Juan se convierta en un auténtico cuello de botella que produce atascos kilométricos, con las consiguientes incomodidades y pérdidas económicas.

Sin embargo, también se abren algunas incógnitas. La más importante es cómo se va a pagar el mantenimiento de una infraestructura que, en manos privadas, ha sido ejemplar. Uno de los principales temores es que, al tener que hacerse vía presupuestos -como el resto de carreteras públicas-, baje ostensiblemente la calidad de dicha autopista. Asimismo, preocupa el inevitable efecto llamada que tendrá la medida, principalmente para camiones y transportes pesados que hasta ahora circulaban por la Nacional IV, lo que probablemente saturará la AP-4. Serán estas cuestiones sobre las que tendrá que reflexionar el Ministerio de Fomento.

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