Yva a ser cierto eso de que el futuro ya está aquí. Así cantaban con desparpajo a principios de los 80, sin el aire uniformado de la moda juvenil con corte de franquicia que ahora nos rodea. Como entramos en un número de año redondo van apareciendo en los medios pronósticos de un futuro al que nos asomamos cada día: drones voladores, dinero virtual o medicina sin antibióticos. Tecnología e inteligencia artificial a punta pala, y da miedito casi todo. Por eso hay que agarrarse al futuro que, más que inventar nuevas necesidades o hacer crecer el abismo de la desigualdad, mejora la vida que ya tenemos. Como un banco de voces.

La iniciativa es tan fascinante que es imposible no quedarse pegado a ella. Una profesora de la Universidad del País Vasco puso en marcha el proyecto tras vivir en carne propia el aislamiento y la soledad de quienes, en el proceso de una enfermedad, terminan perdiendo el habla. Esa incomunicación significa la pérdida quizá más dolorosa en las enfermedades neurodegenerativas. Los sintetizadores de voz, con su timbre robotizado e impersonal, son en esos momentos como tablas de náufrago a las que agarrarse desesperadamente. Pero, ¿y si se pudiera hablar a través de ellos con una voz más personal, más humana? Una voz parecida a la propia, o la de un familiar, o incluso la del mismo enfermo si aún está a tiempo de recogerla… Poder decir te quiero, o gracias, con un timbre que no recuerde a una máquina solo se valora cuando esa posibilidad, tan nimia e importante, se ha perdido para siempre. Se trata de mantener vivos los vínculos emocionales de la comunicación. Se trata, ni más de menos, de dignidad.

La buena noticia no está solo en los avances tecnológicos que permiten socializar de forma sencilla un trabajo riguroso de investigación, y devolver una seña de identidad a los pacientes de ELA, por ejemplo. El elevado número de donaciones de voz cuando se hizo pública la noticia del banco de voces -más de tres mil en un solo día- paralizó de golpe el servidor, y habrá que esperar un poco para poder contribuir al proyecto. De modo que, en esas rendijas por las que es posible asomarse al futuro que ya está aquí, no solo se vislumbra el imperio de una tecnología que aísla y sumerge al individuo en su propia soledad. También hay otras voces que consiguen parar las aguas del olvido, como en los versos de Garcilaso. Esa voz a ti debida, la de la solidaridad y el afecto, la del único futuro necesario.

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