¿Quién votó la Constitución?

Los que dicen que la Constitución fue una vergonzosa imposición de la derecha, olvidan que Pasionaria votó sí

He buscado en Youtube, pero no he logrado encontrar una filmación del momento en que Dolores Ibárruri, Pasionaria, vota sí a nuestra Constitución del 78. Cuando algunos jovencitos petulantes sostienen que nuestra Constitución fue una vergonzosa imposición de la derecha y de los poderes fácticos -curas, militares, empresarios-, que olvidó por completo a los luchadores antifranquistas y al movimiento obrero, me pregunto qué estaba haciendo Pasionaria votando que sí en aquellos días del 78. Si hay una mujer valiente en la historia española del siglo XX, ésa es Pasionaria. Es más, diría que hubo miles de Pasionarias anónimas entre todas aquellas mujeres -católicas y republicanas, de izquierdas y de derechas- que trabajaron como bestias y que sacaron adelante a sus familias durante los años terribles de la guerra y de la posguerra.

Pues bien, Pasionaria tuvo un hijo, Rubén, que murió luchando en Stalingrado. Se dice pronto, Stalingrado. Yo llegué a conocer a una maestra comunista, Carme Sarquella, que se exilió en la URSS y que tuvo la mala suerte de ser destinada a Stalingrado justo antes del inicio de la guerra. En los años de la Transición, cuando Carme ya había vuelvo a España, un día la llamé por teléfono y le pregunté por su experiencia en Stalingrado. Al otro lado del hilo se hizo un silencio que parecía de hormigón. Después colgaron el teléfono. Luego supe que Carme Sarquella se había pasado la batalla de Stalingrado escondida en las alcantarillas de la ciudad. Evidentemente, no tenía ganas de hablar de aquello.

Pero esa generación -la generación de la Pasionaria y de Carme Sarquella, la que conoció la cara más tenebrosa del siglo XX, la que luchó y sufrió como nadie-, votó mayoritariamente a favor de nuestra Constitución. Y no lo hizo acobardada y cohibida, sino con la cabeza bien alta. Y los que décadas atrás habían apoyado a Stalin, ahora aceptaban las libertades públicas, los derechos civiles, la alternancia en el poder. Por alguna razón, nuestra democracia no ha sido todo lo que generosa que debiera con estos miles y miles de antifranquistas que lucharon y sufrieron durante la guerra civil y la posguerra, y que luego, 40 años más tarde, aceptaron encantados las libertades democráticas. Y aunque ahora ya sea demasiado tarde, desde aquí me gustaría darles las gracias.

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