A vista de pluma

Tal como un testimonio descriptivo, impregnado de torres y fachadas, Bacedoni nos deja este legado

Digamos que hay gentes cuya capacidad de ensoñación con su tierra es tan excepcional y sorprendente que habrían de requisarse y exponerse como una rara avis en el cimborrio de una catedral.

Y en ese selectivo humano encontraríamos a Pepe Bacedoni, que, retirado ya de la primera línea profesional y mercantil, nos ofrece la visión de una Huelva que entinta en esa larga lámina de paisajes, edificios, templos, caseríos y monumentos, a trazos de un plumín donde su alma se asemeja a un tintero en el que mezcla técnica e inspiración junto a un tiempo que vela por preservar el hilo de nuestro patrimonio y por tiznar a trazos el rostro fidedigno de nuestra evolución histórica.

Lo de menos son sus méritos como técnico en delineación y dibujo industrial a través de los años en organismos oficiales y empresas asociadas al Polo Químico o su graduación en la Escuela Social de Granada, entre otros tantos trabajos realizados a lo largo de su vida. Lo importante es esa vocación que desde niño ha ido moldeando su personalidad, el perfil que se vuelca hacia la vocación artística y que resalta en sus esbozos, tan reales y miméticos como el corretear de los siglos por esa herencia monumental y costumbrista, tantas veces olvidada.

Para eso, Pepe decidió tomar como arma una simple plumilla y convertirse en cronista oficial de la villa, rasgando un trozo de papel en el que escribe tramas, secuencias, efemérides, sucesos que forjaron la piedra y el ingenio de quienes levantaron sus cimientos.

Y así va relatando una memoria que nace de su pluma y nos convierte en cómplices de su obra tan apegada a nuestro entorno: La Cinta, El Rocío, Doñana, La Soledad, San Pedro, La Palmera, la Plaza las Monjas, la Fuente Magna, el Barrio Obrero, San Sebastián, La Milagrosa, el balneario del Odiel, los muelles de Riotinto y Tharsis, el Teatro Mora, La Merced y su plaza, las Teresianas, la Clínica de los Ingleses, el Tupi, el Comercial y el Mercantil, La Concepción... hasta trescientas cuarenta y nueve ilustraciones. Toda una vida.

Hay cosas que no tienen precio, que no pueden tasarse. Pertenecen al mundo de la idea, de esa expresión personalista que reproduce la cadencia del tiempo en grafismos.

Tal como un testimonio descriptivo, impregnado de torres y fachadas, de rejas y alminares, Bacedoni nos deja este legado. Esta herencia impregnada en luz de sus pupilas. Gracias, amigo.

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