Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Al virus se lo hemos puesto muy fácil

El comienzo del año tiene el aroma de la incertidumbre, del miedo a asomarse a las hojas de una agenda todavía inmaculada, del olor a los libros nuevos recién estrenados, de la calma para pensar en lo que nos queda por delante. El que acabamos de estrenar es, además, todavía más incierto. En algo estuvimos de acuerdo todos la pasada Nochevieja; más que brindar por el año recién estrenado, lo hicimos para despedir al que ha marcado nuestras vidas, tal vez para siempre. Lo hicimos en pijama, en nuestras casas, con la vista puesta en casi lo de siempre, pero de una manera tan especial como lo fueron los doce meses que dejamos atrás.

No pretendo dar una lista con todo lo que nos queda por hacer en nuestro entorno más cercano, aquellos retos que como ciudad, provincia, comunidad autónoma y país tenemos por delante. Los conocen de sobra y cada uno tendrá preparada su lista de prioridades, tan respetable como las de todos. Tan lícito es defender tener una conexión ferroviaria digna con el resto del país, como el anhelo de volar desde Huelva a cualquier aeropuerto del mundo, no volver a ver las marismas con toneladas de fosfoyesos, ver a cada vez más empresas instaladas en nuestra provincia, o poder conectarse mediante carreteras propias de este siglo. La salud, esa entelequia que sale a relucir en los sorteos de la Lotería cuando comprobamos que nuestro número no está entre los agraciados, estuvo en todos nuestros brindis momentos después de tragar la última uva. Aquella familia, los amigos que esa noche no pudieron reunirse, se citaron para la próxima, en la que esperamos regresar a lo que siempre hicimos.

Esa es la gran diferencia de este año sobre el anterior. Estos doce meses que tenemos por delante, tienen que esforzarse muy poco para ser mejores que los que dejamos atrás, pero mucho depende de nosotros. Como decía el gran Quino, el papá de Mafalda que nos dejó este año, aunque probablemente la cita sea apócrifa, quien tiene que cambiar no es el año, somos nosotros.

El virus lo ha tenido muy fácil con nosotros. Le hemos ofrecido lo que necesita para hacernos daño. No podemos pasar sin estar en contacto con aquellos que nos rodean. Somos así. Tal vez la explicación de esa rápida propagación en España e Italia no está en el envejecimiento de la población o en la densidad de la misma, sino en que somos dos sociedades que necesitamos esos momentos compartidos con aquellos que más queremos. Queda poco para que volvamos a hacerlo, para que regresemos a lo que fuimos y, todavía más importante, a como siempre hemos querido ser.

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