Visiones desde el Sur

Lo que viene

Lo que un Gobierno no puede hacer es preguntar a un ramillete de interlocutores si les parece bien esto o lo otro

Siendo como son cuestiones bien diferenciadas, aunque no incompatibles a tenor de la praxis, en los próximos días y en el fragor de la batalla (postelectoral), ser cínico y ser pragmático, para desgracia de la ciudadanía, se convertirán en una misma cosa. En literatura, los conflictos se resuelven cuando finiquita la trama urdida por el creador, o bien se quedan, si ese es su criterio, en el punto exacto para que sea el lector quien interprete el texto y dé respuestas a lo acontecido. En política no. La política urde tramas -argucias, estrategias, redes de compromisos…- para atraer al máximo del electorado posible, y luego, los partidos (personajes principales) con la legitimidad de los votos obtenidos, imponen a la ciudadanía (personajes secundarios) el programa oculto, que la mayoría de las veces no es el esgrimido -puro señuelo para mejor pescar, o, siendo benévolos, idealizados, pero que no podrán llevarse a cabo-.

La democracia representativa tiene estas cosas, que crea una casta de rectores dentro de los partidos, que van rotando y rotando, entre sí, y no dan paso a nuevos valores (sobre todo a los que disienten) hasta que alguno de ellos es asesinado o traicionado -depende de la agresividad que sea necesaria en función de las circunstancias-, las más de las veces por sus propios colegas. La Historia, tan lúcida y poco utilizada, está llena de ejemplos, por lo que nos evitaremos el tener que citar alguno de ellos y que cada cual escoja el más específico a su entender.

La democracia participativa, a pesar de que algunos movimientos sociales la solicitan con ahínco, tiene un difícil encuadre en el trabajo diario y sobre todo en la toma de decisiones. Este sistema -casi de concejo abierto- no es válido en un tiempo en donde las medidas han de adoptarse de forma inmediata e incluso haciéndolo así, a veces se llega tarde, muy tarde.

El Gobierno por el que apuesta el presidente en funciones deberá dejar clara, muy clara, su hoja de ruta, pero no a la ciudadanía, no, a sus socios, tanto a los que entren en el mismo como a los que se les haya cambiado el apoyo por prebendas, y, sobre todo, a los que se abstengan en la sesión de investidura, que siempre estará motivada (si llega, itero). Porque lo que un Ejecutivo no puede hacer, jamás, es estar preguntando a un ramillete de interlocutores, si les parece bien o no, esta o la otra cosa. Un Gobierno así es inviable, o, al menos, poco o nada efectivo.

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