¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El vídeo de Aguirre

El lío que se hizo el consejero de Salud es el símbolo de la incapacidad de la clase política para controlar la pandemia

Damos por hecho que han visto el vídeo donde el consejero andaluz de Salud, Jesús Aguirre, se hace un monumental lío cuando intenta explicar las nuevas restricciones por el coronavirus en el ámbito familiar. Antológico. Como era de prever, el gag ha tenido un gran éxito en las redes sociales y otros casinillos digitales, y ya hay quien lo pone a la altura de algún histórico trabalenguas de Rajoy, mientras otros lo entroncan con aquella surrealista disertación de Alfredo Sánchez Monteseirín, entonces alcalde de Sevilla, sobre el oficio de astronauta. Pertenece Aguirre a esa clase de políticos un tanto populista a la que le gusta presumir de rústica sinceridad y basta eficacia, que desdeña los refinamientos intelectuales y expresivos como algo propio de sospechosos tunantes y vendemotos. En otras palabras, que se trabaja el estilo melonar. Lo curioso es que hay personas que ven en su algo exagerada campechanía cordobesa una señal de autenticidad y limpieza, como otros creían que el marujeo urbano de Susana Díaz, con su bebé en las bullas de Semana Santa, era la prueba definitiva de una sensibilidad especial hacia los problemas de los ciudadanos de a pie. Si el gran Zenón de Somodevilla y Bengoechea, I marqués de la Ensenada, despertase en su sepulcro, arrojaría al barro su peluca y se iría de peregrino a Roma para no ver en qué ha derivado el oficio al que dedicó sus mejores años y ambiciones.

Más allá de la anécdota, de las risas y los tuits, el lío verbal que se hizo el consejero de Salud es el claro símbolo de la incapacidad de la clase política para controlar una pandemia de la que no sabemos siquiera el número de muertos que ya ha causado. Aguirre se hace un lío, como se lo hacen también Illa y Ayuso. Ninguno está a la altura de las circunstancias.

Cuando muchos decíamos que a la política debían ir los mejores no era sólo por el placer de oír en el Congreso de los Diputados o en el Parlamento andaluz el tronante verbo de un Alcalá Galiano o un Cánovas del Castillo (hombres, por cierto, que hablaban con un hermoso acento sureño), sino porque éramos conscientes de que vivimos en un mundo raro que obliga a contar con las mentes más lúcidas y los caracteres más resolutivos al frente de la gestión pública. Nada de eso tenemos hoy, ni en San Telmo ni en la Moncloa, y así nos va. España es hoy un ejemplo internacional de nación ineficaz. Adiós a la imagen colorista y moderna del país de Almodóvar. Costará mucho esfuerzo volver a limpiar nuestra imagen.

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