OTRA vez toca ver la botella medio vacía. Verla de otro modo no sería más que una continuación del enorme cabreo que la afición recreativista cogió el sábado. Toca ver el lado positivo de las cosas -hay rivales directos que incluso dan peor sensación que el peor Recre-, y dejar a un lado -nunca olvidar, porque hay que corregir los defectos- lo negativo de un Recreativo que perdió una oportunidad magnífica de ponerla las banderillas negras al Zaragoza.

Han pasado más de 48 horas del partido de La Romareda, y aunque será complicado borrar de la memoria la jugada que todos sabemos, es necesaria de nueva la reflexión para pensar que queda un mundo y que el Recre, como mínimo, tiene las mismas posibilidades que los demás de salvarse.

Cabreos apartes es fundamental que el aficionado se dé cuenta que el futuro de su equipo se va a jugar en cinco partidos, y que la cuenta atrás empieza el domingo.

Remover el agua del partido de La Romareda no conduce a nada. Ya sabemos que fue un partido nefasto, que salió torcido desde el inicio por errores propios, y que fue una caratara de despropósitos hasta el final.

Lo que vale de verdad ahora mismo es extraer las mejores enseñanzas de ese encuentro. Para así poder aplicar las soluciones pertinentes a los problemas que se vieron en ese encuentro, con el único fin de que en estos cinco partidos en los que el Recre se va a jugar su continuidad en Primera, no vuelvan a producirse. Si los jugadores consiguen asimilar la lección de La Romareda se pondría la primera piedra para la ansiada permanencia, esa que se vio tan lejos a poco de terminar el partido el sábado, pero que se acercó un poquito el domingo por la tarde, según fueron perdiendo los rivales directos. Señal inequívoca de que todo el mundo está pillado con alfileres.

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