Me he levantado esta mañana con la agradable sensación de tener el tiempo a mi favor. Lástima que este estiramiento temporal sea solo en préstamo y por seis meses, pero aun así, es lo más cerca que estaremos de experimentar en carne propia la curvatura del espacio-tiempo. Si de vez en cuando nos regalaran una hora extra como hoy, así, sin venir a cuento, estoy segura de que la vida nos iría mejor: más tiempo para estar con los amigos, para ver una peli o poner al día asuntos pendientes. Sonaría de repente la campanita de los bares cuando alguien deja una propina, y ¡hala!, una hora más para el bote… Al fin y al cabo, ¿no se nos acumulan pruebas de que el tiempo es relativo? Y de ese modo, me digo, no llegaría nunca tarde.

Con tiempo prestado como el de hoy, la exhumación de Franco no hubiera sido un acontecimiento tardío. Se hubiera realizado en su momento, alejado por igual de las críticas de electoralismo y de quienes, a toda costa, pretendían parar el reloj histórico, conservando para siempre esos honores usurpados. Ya ven, tarde para unos y demasiado pronto para otros. Sí, el tiempo es relativo, como predijo Einstein, pero no se detiene. Demasiado bien lo saben Torra y Sánchez, que alargan su particular puesta en escena de desencuentros mientras suena el despertador de las urgencias, ese que avisa de que es hora de levantarse, de ponerse en pie y buscar soluciones, aunque sean imperfectas. Quizás cuando ambos dejen de remolonear en la cama ya el tiempo no podrá estirarse más, como ha sucedido en los asentamientos de Lepe. Ha dicho la delegada de la Junta en Huelva, Bella Verano, que "no han tenido tiempo" de tomar medidas ni de buscar soluciones. Quizás no conocían las condiciones indignas de los cientos de personas que allí vivían, quizás estaban ocupados en tirarse la pelota. Llegaron tarde porque no era urgente, y solo el fuego ha logrado despertarlos. Qué bien les hubiera venido un tiempo prestado. Qué bien nos vendría a todos, ciertamente.

A pesar de mi entusiasmo por el cambio de hora de invierno, trocada luego en disgusto cuando haya que devolver esos minutos, dicen los expertos que los cambios de hora son perjudiciales porque el organismo realiza un esfuerzo extra para sincronizarse con el reloj biológico. Es decir, que por mucho que el tiempo sea relativo, nuestro cuerpo -que es quien tiene los pies en el suelo, literalmente hablando- no lo es. Cada cosa a su tiempo, entonces. Más vale tarde que nunca.

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