Estamos habituados a que los políticos, para difundir sus logros, recalquen los fracasos de sus oponentes, con lo cual sus discursos quedan reducidos a una retahíla de frustraciones y omisiones. Debe ser por esto, que de tanta denuncia de fiascos, nos hayamos familiarizado con este vocabulario y, lo que es peor, lo hemos aprendido e incorporado al nuestro.

Cualquier conversación sobre sanidad versa sobre el desastre en que ésta ha desembocado, omitiendo, por supuesto, los triunfos que se den. Lo que se habla sobre la educación andaluza básicamente se refiere a lo mal que lo hacen las familias, el profesorado, los niños, la administración… ¿Que hay sobrados motivos para lamentarse? Evidentemente. Quejarse consuela, pero ¿No nos estaremos pasando con las lamentaciones?

El profesorado de cualquier etapa educativa, en contra del proceder de los políticos, no suele comentar sus éxitos; en cambio, puede dar razones durante horas (y sin faltar a la verdad) que justifiquen su desmotivación: las presiones burocráticas, los injustificados cambios de las normativas, la sobreprotección familiar a los niños… El resultado de tanta queja es ese invisible manto pesimista que cubre y oculta a todo lo bueno y digno que se hace cada día en las aulas escolares. De esta manera, se ha extendido el concepto de Burnaut o "profesor quemado" que un gran número de docentes, con más o menos alegatos, se ha autodiagnosticado y que contagia a sus compañeros. Y que llega a los padres, al alumnado y a toda la sociedad que sólo llega a conocer los fracasos, porque no se habla de los logros.

En este contexto, cuando hasta los más optimistas empezamos a pensar en "lo mal que va todo" en la educación, el Centro de Profesorado de Huelva, responsable de la formación de los docentes, tiene la original idea de celebrar unas Jornadas sobre las Buenas Prácticas Docentes, para que el profesorado cuente lo que hace bien. Seguir las reflexiones sobre sus prácticas, a fin de favorecer el cambio educativo, ha sido lo más parecido a un golpe de aire fresco, a una respiración profunda. Participar, con docentes de Primaria y Secundaria, en un espacio de encuentro e intercambio sobre lo que funciona en la escuela, confirma que no todo va mal. Ser testigo de la ilusión con la que los docentes contaban qué hacían en el aula y por qué, ha sido una muestra de la satisfacción que da el enseñar y el gozo de comprobar que tus alumnos aprenden, no sólo de ti, sino contigo. Enhorabuena.

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