Cambio de sentido

El último grito

Ay, John Donne, 'ningún hombre es una isla'. Luego, éstos quizá sean cada vez menos humanos

Un robot de cama para no dormirme tan sola. Una bicicleta estática para ir al teletrabajo. Un casco que diagnostica la depresión. Un zapatero que absorbe el olor a pinrel, la impresora que tiñe el pelo. ¡Un coche eléctrico volador! Otro que tiene un sofá dentro, donde arrellanarme mientras conduce un piloto automático. Otro que cambia de color, como los chorros de una fuente taza. Y otro cochecito -de bebé- semoviente. El váter que te hace un análisis de lo que orinas. Un lápiz de labios inteligente y un anillo para mujeres, también muy listo, que da la frecuencia cardiaca, el oxígeno en sangre, la temperatura, las calorías quemadas, los días de regla, el de ovulación y qué tal tengo el estado de ánimo (por si fuera incapaz de averiguarlo por mí misma). Metaversos paralelos. Frigoríficos que piensan con el estómago. Una app que avisa de cuándo hay que premiar al perro. ¡El último grito!

Aunque parecen inventos del TBO, la tienda de los horrores 2.0 o el pregón de un vendecolchas, estos cacharros son algunas de las novedades presentadas este 2023 en el CES Las Vegas, "el mayor evento tecnológico del mundo", dicen. No haré una enmienda a la totalidad, la amish que vive en mí pasa el suficiente tiempo conectada al Whatsapp como para no criticar estos avances sin lavarse antes la boca con sosa. Ni repetiré -porque se ha convertido en un lugar común exasperante- eso de que el problema no son las nuevas tecnologías, sino el uso que hacemos de ellas. Sí diré que todos estos prodigios son indicativos de este mundo distópico: hiperconectado sin tacto, controlador en nombre de la seguridad, sin respiraderos por los que entrar en contacto profundo cada cual consigo mismo, narcotizado, compuesto por una sumatoria de soledades, petado de gurús de pichiglás, interesado en que monitoricemos nuestras constantes vitales para cerciorarnos de no estar del todo muertos. Durmiente. Ay, John Donne, ningún hombre es una isla. Luego, éstos quizá sean cada vez menos humanos.

Cometemos a menudo el gran error de confundir el desarrollo humano con el tecnodesarrollo. Las sociedades tecnodesarrolladas que no están movidas por el desarrollo de la conciencia y la consciencia se precipitan al vacío. Que los extraordinarios logros tecnológicos actuales no aspiren ni alcancen a aliviar la pobreza, el sufrimiento y la injusticia que aflige a gran parte de la humanidad no parece un buen presagio. Sólo escucharemos a Casandra cuando haya ardido Troya.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios