¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La tumba catalana

El 'procés' no será el fin de España, acaso una cicatriz más, pero sí puede suponer la muerte de las aspiraciones de Podemos

Para el recuerdo queda el día que acudió al Congreso de los Diputados con su hijo mamón en los brazos, buscando el escándalo de algunos y el regocijo de otros. Carolina Bescansa quizás pase a la historia ilustrada de España por aquel gesto de mero marketing político. Sin embargo, esta prestigiosa socióloga gallega, pese a su aspecto un tanto inocente, es una pieza fundamental en la llamada con exceso de optimismo nueva política, aquella que surgió de los restos del campamento de la Puerta del Sol del 15-M. Cuentan los que la conocen que fue ella, reconocida experta demoscópica, la que convenció a Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero -las otras dos patas del triunvirato que fundó Podemos en 2014- de que era posible capitalizar en sufragios toda esa energía política de los indignados y crear una formación que fuese clara alternativa de poder, que lograse, en definitiva, romper ese techo que hasta entonces había tenido una izquierda radical que gravitaba en torno a un deshilachado PCE.

Bescansa acertó y el PSOE ha sentido durante estos últimos años el permanente y tibio aliento de Podemos en la nuca. Pero algo ha cambiado dramáticamente para los intereses de la formación morada y ese algo es un topónimo: Cataluña. El duopolio Pablo Iglesias-Irene Montero ha basado toda su estrategia sobre el procés en una indisimulada simpatía hacia los nacionalistas en la creencia que la independencia de Cataluña aceleraría la caída de la Monarquía y de lo que llaman el Régimen del 78. Sin embargo, lo que ha ocurrido es lo contrario y la mayoría de la ciudadanía ha cerrado filas en torno a la Constitución y a Felipe VI. Como quedó ayer claro en el Senado, el procés no será el fin de España, acaso una cicatriz -otra más-, pero sí va camino de convertirse en la tumba política de Podemos.

Bescansa, ojo de águila, ha detectado una importante fuga de votos podemitas y cree que es posible un cambio de estrategia respecto a Cataluña. Lo dudamos. En los genes políticos de la formación morada pesan mucho más las viejas inercias de la extrema izquierda que el discurso neociudadano que surgió el 15-M. De ahí los piropos a Otegi y los abrazos a ERC, de ahí también el sonrojante irredentismo andaluz de Teresa Rodríguez. La alianza entre izquierda radical y nacionalismo, nacida tras la II GM al socaire de la descolonización, no es nada nuevo. Podemos, o al menos su cúpula, no hace más que seguir una senda a la que difícilmente puede renunciar. Su postura sobre Cataluña no es tacticismo, sino poderosa genética.

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