Visiones desde el Sur

La tragedia griega (y II)

Necesitamos la aplicación de todo el peso de la ley a quienes nos han llevado a este estado de cosas

Pero, qué hay que hacer, qué postura ha de tomar la ciudadanía cuando el partido que gobierna, legítimamente, hace lo inverso de lo que estaba estipulado en el contrato que firmamos en las elecciones. O sea, que hace lo contrario, para entendernos, de lo que está recogido en su programa electoral, o, simplemente, una otra cosa distinta a lo convenido.

La nube de escándalos conformada por una patulea de políticos y empresarios, de pelaje variopinto, que recorre España como un mal céfiro, y que afecta a casi todas las administraciones e instituciones públicas, ha depositado una apatía hacia lo público en la ciudadanía que no es buena, no. Pero, no equivoquemos las cosas, no todos los políticos -sean del partido que fueren- son unos sinvergüenzas ni tampoco los militantes o simpatizantes de los mismos; esa absurda generalización a lado alguno conduce, excepto a la crispación. Y muchos la están buscando, ocultando lo que eso conlleva: la división de España.

La política es necesaria, imprescindible, para la mejor gestión de la res pública. Lo único que nos queda a la ciudadanía es pedir honestidad, compromiso, lealtad a la Constitución y que los intereses generales se antepongan a los partidistas y no digamos ya, a los particulares. Eso. Tan simple y llano como eso.

Aunque está demostrado -ahí están las sentencias judiciales y las que vendrán- que hay un número de elementos de mucho cuidado, tanto en los tirios como en los troyanos, hasta ocupar la gama de colores del arco iris, que han hecho de este país el patio de su casa. Necesitamos una regeneración democrática y la aplicación sin paliativos, a dolor, de todo el peso de la ley a quienes nos han llevado a este estado de cosas, ya sean infantas o aprendices de literato como el que escribe, si es menester.

Porque, si no actuamos así, puede que la sociedad se harte de verdad, es decir, que el atragantamiento le llegue hasta las gónadas, y entonces, de un revuelo inesperado se rompa el consenso, pasemos a mayores, se escape un tiro, o dos, se monte una revuelta, o tres, y corten alguna cabeza, o cuatro… y la ciudadanía se convierta en una sola voz, o en millones, y, como un solo animal con una miríada de cabezas, que ya las quisiera para sí Cerbero, se comporte como Hécuba en la famosa tragedia de Eurípides, que, sin corresponderle, hastiada de tanto sufrir, haga de acusadora, de juez y de verdugo.

Y luego vendrán las lamentaciones, cuando no haya remedio.

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