La otra orilla

Un trabajo seguro y digno

No podemos dejar sin respuesta el sufrimiento humano resultante de estructuras injustas

Ninguna acción es demasiado grande ni demasiado pequeña para exigir y reclamar un trabajo digno, unos salarios decentes, un empleo seguro y sin riesgos, para reclamar y exigir que la codicia corporativa no establezca las reglas de la economía. No podemos dejar sin respuesta el sufrimiento humano resultante de estructuras injustas, que producen empleos precarios, trabajo forzado, desempleo y xenofobia. Cualquier acción que exija y reclame derechos laborales es una acción que merece la pena, incluido este artículo.

Se hace necesario y urgente apostar por un trabajo que nos permita desarrollar nuestras capacidades, que nos aporte autoestima y reconocimiento social, que nos facilite un tiempo ocio para poder encontrarnos con los otros, que nos permita relacionarnos como los seres humanos que somos.

El empleo digno reclamado el pasado 7 de octubre está lejos de ser un derecho que garantice la dignidad de la persona. La indecente precariedad se traduce en vidas vulnerables y violentadas, en personas explotadas y quebradas, personas que necesitan nuestra cercanía, nuestro acompañamiento y nuestra fuerza para denunciar la injusticia de su situación. Para colmo el coronavirus ha puesto en evidencia nuestra fragilidad, agudizando el problema de los trabajadores empobrecidos y dando lugar a un clima de resignación de "esto es lo que hay".

Estamos ante una situación de individualismo en la que priman la insolidaridad y la indiferencia. Cada uno en su casa y Dios en la de todos. Ante esto estamos obligados a responder, debemos aprender a compartir para crecer juntos, sin excluir a nadie. La pandemia no debe cebarse con los que menos tienen, con los más vulnerables. Todos estamos en el mismo barco, tenemos los mismos sentimientos, los mismos temores, las mismas preocupaciones. Hacen falta hombres y mujeres comprometidos con la exigencia de un trabajo seguro y digno, que permita al ser humano vivir con dignidad, comprometidos con la exigencia de un trabajo que nos humanice. Hemos de tener en el horizonte la utopía de otra sociedad posible, aunque ahora creamos que la denuncia, la exigencia o las protestas no sirvan para nada. Como decía Labordeta esa utopía habrá que forzarla para que pueda ser.

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