tiempo de academia

Fernando Barranco

Miembro de la Academia Iberoamericana de La Rábida

La topografía y la cartografía moderna, al servicio de la arqueología

Durante la primera mitad del siglo XX los arqueólogos se desinteresaron por la topografía que hoy es imprescindible

Como profesional de la Topografía y de la Cartografía he tenido la inmensa suerte de participar en muchos proyectos de investigación haciendo levantamientos topográficos de zonas arqueológicas importantes de diferentes épocas, siempre en un trabajo multidisciplinar con muchos arqueólogos españoles. Entre ellos quiero destacar a Jesús Fernández Jurado por su gran categoría profesional y humana y por nuestra gran amistad, además de ser compañeros en la Academia Iberoamericana de la Rábida; y a su equipo, formado por Pilar Rufete Tomico y Carmen García Sanz, extraordinarias historiadoras y arqueólogas. Todo ello sin descartar a todos los magníficos arqueólogos de Huelva con los cuales he colaborado en múltiples ocasiones en diferentes yacimientos.

Algunos de estos son el de la edad de piedra en La Norieta de Punta Umbría, o el yacimiento protohistórico de Tejada La Vieja, o el romano de Tejada la Nueva, o el acueducto romano de Huelva. Mención especial merece el de la ciudad islámica de Saltes, reino de Taifa, donde reinaba Abd Al-Aziz Al Bakri y su hijo Abu Ubayd Al Bakri, geógrafo y cartógrafo a quien la NASA rindió homenaje nombrando a un cráter en el Mar de la Tranquilidad de la Luna como Cráter Al Bakri. También trabajé en el levantamiento de planos de diferentes castillos de la banda gallega de Huelva como los de Aroche o Cortegana, o la fortaleza diseñada por el célebre militar Juan Bautista Corbachino en Paymogo para luchar contra los portugueses, con su iglesia incorporada; o el fuerte de San Juan, en Encinasola; o las Torres de Almenara de Isla Canela o Punta Umbría. Además, también tuve participación en arqueología industrial en las Minas de Riotinto.

Todos fueron trabajos con los que disfruté aprendiendo mientras los realizaba, pero siempre mi participación fue utilizando instrumental topográfico clásico: teodolitos, brújulas taquimétricas y taquímetros de diferentes precisiones. Hasta que aparecieron las estaciones totales de gran exactitud, nuevas herramientas que nos sirvieron para obtener mucha más precisión. Son las que utilizamos hoy día y de las que les voy a dar algunas referencias.

Además de la fotogrametría aérea desde avionetas o la terrestre, que nos sirvió de mucho para dibujar con precisión toda la muralla de la ciudad de Tejada la Vieja, piedra a piedra, y en otras muchas ocasiones, incluso haciendo levantamientos de fachadas de edificios notables; ahora se unen para obtener planos los receptores GPS de precisión milimétrica, tanto en altimetría como en planimetría, y la fotogrametría desde drones, que se está imponiendo a pasos agigantados. Sin nombrar el avance que supone en todo esto la herramienta informática con todos los programas de dibujo.

Están proliferando los sistemas aéreos a baja altura para confeccionar planos de zonas arqueológicas de interés e investigar sobre ellas. Se trata de utilizar los drones, esos vehículos aéreos no tripulados que son controlados de manera remota y obtienen unas fotografías de alta resolución que son capaces de descubrir toda la historia de una piedra o de un ladrillo, porque los hay que llevan incluso cámaras térmicas. Estos vehículos, a través de un geoposicionamiento con un sistema GNSS (Global Navigation Satellite System) nos determinan las coordenadas UTM ETRS89 (Sistema Terrestre de Referencia Europeo) para situar con exactitud cualquier punto que nos interese.

Estos avances hacen que, gracias a la Topografía y la Cartografía moderna, se sepa mucho más de cualquier hallazgo que se pueda producir. Incluso hay yacimientos arqueológicos descubiertos hace muchos años de los que los más eruditos historiadores y arqueólogos del momento emitieron informes y escribieron verdaderos tratados que, con las nuevas técnicas topográficas, tendrían que cambiarlo todo. Pero de eso ya se encargan los eruditos actuales.

Qué diría hoy Hugo Obermaier, que tanto estudió el Dolmen de Soto en Trigueros, si hubiese contado con cartografía digitalizada, técnicas geomáticas, aplicaciones láser o escáner 3D para sus investigaciones; o Juan Maluquer en las excavaciones de El Carambolo, donde se encontraron tantas joyas tartésicas. Ese Tartessos que hoy sigue siendo el gran problema de la arqueología mundial y que tanto buscó el conocido arqueólogo Adolf Schulten por las playas de Huelva y que allí, en Doñana, en el Cerro del Trigo, creyó haberlo encontrado. Lo mismo que Jorge Bonsor, que tanto empeño puso en situar Tartessos de forma infructuosa en Doñana.

Si en aquellos tiempos hubiesen existido los instrumentos tan sofisticados y precisos con los que contamos hoy, la misma Elena Whishaw, la inglesita afincada en Niebla que realizó importantes excavaciones en Medina al-Zahra y en Niebla, habría tenido mucha más influencia a nivel nacional que la que tuvo, ya que ella solo reflejaba en sus documentos dibujos a mano alzada, croquis y, a veces, fotografías que ella misma realizaba de sus hallazgos.

En definitiva, durante muchos años, al menos durante la primera mitad del siglo XX, las generaciones de arqueólogos se desinteresaron de las técnicas topográficas existentes por no ser fiables, hoy, en cambio, es impensable no contar con la Topografía y la Cartografía como ayuda imprescindible en la Arqueología.

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