Ya estamos en junio. Época de fin de curso, pero también de esas pruebas que aún quitan el sueño a los casi 2.200 estudiantes que quieren cursar una carrera universitaria en la UHU. Mientras unos piensan ya en las vacaciones, otros preparan el inicio de sus prácticas en empresas. Aún recuerdo las primeras. Nunca se olvidan si dejan huella porque son esenciales para el desarrollo de lo que después será nuestra vida laboral. Tanto, como lo que unos buenos apuntes y mejores profesores nos enseñan a lo largo de los cursos.

Hace años era normal que todo estudiante creyera que lo que necesitaba para trabajar se conseguía en la universidad o en la escuela técnica, y que con estudiar y obtener buenos promedios, el éxito llegaría.

Pero el mundo profesional ha cambiado y actualmente demanda nuevas competencias y recursos que aún no se imparten habitualmente en la educación formal. Son eso que hemos bautizado como las habilidades blandas o soft skills, las vinculadas a la capacidad del profesional para relacionarse con otros, comunicar, compartir información, liderar, motivar, escuchar y empatizar. Sí, eso es esencial. Hacen falta profesionales preparados en sus especialidades, pero además tienen que acceder a la empresa dispuestos a trabajar en equipo y a influir positivamente en los demás.

Las nuevas generaciones llegan capacitadas tecnológiamente, con idiomas, formación técnica, pero dudan más en las habilidades interpersonales, difíciles de adquirir y quizá por eso tan codiciadas en las organizaciones.

Hoy las empresas requieren profesionales con formación ética y en determinadas disciplinas, con algo muy importante: el pensamiento crítico, la capacidad de análisis e incluso la valoración del fracaso.

Ojalá el reajuste que se medita en las universidades y escuelas vaya en esa dirección. El camino debe ser ese para que casen las demandas profesionales con la oferta docente. Es una responsabilidad y una obligación para las organizaciones educativas adaptar los currículos a los requisitos del mercado laboral. No solo deben formar profesionales talentosos, sino también capaces de adaptarse a los cambios porque hoy la evolución tecnológica nos obliga a ello.

Yo lo tengo claro, prefiero un estudiante dispuesto, con ganas de aprender, participar, con autonomía y curiosidad, que a diez que lleguen con el mejor expediente pero faltos de esas habilidades.

Estamos a tiempo.

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