La tercera sacudida

Ganaderos, trabajadores del metal, transportistas... Salen a la calle a protestar sin que les prestemos la atención merecida¿Saben qué pasa? Que la responsabilidad sobre la motivación no recae solo en los estudiantes

Tras el terremoto sanitario del Covid y su réplica inmediata que fue la recesión económica, la tercera sacudida tiene ahora forma de movilización social. Las protestas se acumulan y cruzan la geografía del país: ganaderos, trabajadores del metal, transportistas... Pero, al contrario de lo que ocurrió en 2008, esta corriente de malestar no parece haber calado ni en el mensaje político ni en la temperatura ciudadana. Tenemos tantas ganas de que "todo pase", que preferimos dejarnos llevar por las invitaciones al optimismo de nuestros dirigentes, empeñados en estimular el consumo y, algunos, en defenderse de la nueva ola del virus sin que se note mucho.

Plegarse a esa mirada triunfalista es un tremendo error. Cierto que lo peor ha pasado ya, que es justo y necesario desear un descanso tras meses de tensión. Pero la normalidad tan deseada no debe conducirnos hacia el ensimismamiento o la amnesia. El ensimismamiento consiste en suponer que esta crisis empieza y termina en nuestras cuatro paredes, y en ignorar su alcance global: buena parte de la población mundial aún no tiene acceso a las vacunas, aumenta la desigualdad en todo el mundo, se hunden las economías más inestables… Otro riesgo es la amnesia: olvidar las lecciones y aprendizajes que el coronavirus colocó ante nuestros ojos; borrar de la memoria, por ejemplo, las evidencias de los efectos devastadores de nuestro modo de vida que el confinamiento contribuyó a visibilizar; o arrumbar en el trastero de los recuerdos la necesidad de los cuidados, el valor de la cooperación y los gestos de solidaridad.

Lo sucedido en los últimos tiempos, como toda convulsión, se ha convertido en un acelerador de procesos, en una oportunidad para avanzar. Si somos capaces de no mirar hacia atrás o hacia abajo, sino de interpretar lo que hay hacia adelante; si nos detenemos a escuchar lo que las protestas revelan, los problemas reales de la gente, quizás podamos atisbar una normalidad nueva. Fue tras la catástrofe social de la Segunda Guerra Mundial cuando se consolidó en Europa el Estado del Bienestar, ¿por qué no pensar ahora, cuando una oleada de manifestaciones y revueltas nos sacude, en desandar los extravíos de este sistema civilizatorio? Hay propuestas sobre la mesa para redistribuir la riqueza, para avanzar hacia una forma de vida que consuma menos recursos... La crisis pandémica, con sus temblores sucesivos, es un excelente mirador desde donde otear el futuro que queremos.

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