La tarea

Esta es la responsabilidad que invoco, la de quienes ignoran que fuimosy que seremos

El verano es tiempo para recopilar, examinar y sopesar cuanto habíamos propuesto y no hemos conseguido. Tiempo para pensar y repensar los méritos y yerros de una ciudad que ansía salir de su letargo, que transita sin pulso.

Puede que alguien deduzca que sólo me interesa resaltar lo tétrico, que verdaderamente no sepa exhibir los dones que la naturaleza nos concede, que sólo busque destacar la sordidez, lo zafio, inútiles promesas que un día quedaron olvidadas, e incluso que, por más que desdeñe la dura autocrítica, la obsesión me seduzca.

Suelo decirme, como onubense viejo que vio la luz primera entre pañales de Berdigón, que no somos conscientes de nuestro legado, que estamos alejados de todo aquello que a través de los tiempos nos hizo contemplar la grandeza que sembraron otras civilizaciones, desde Tartesos a Arabia, desde los tolos y menhires hasta las naos descubridoras, desde Ibn-Azam a Juan Ramón, desde el garum al ibérico presunto, desde Alonso Miguel de Tovar a Váquez Díaz, desde la Atlántida a Doñana, desde los arenales de la Aldea hasta Juan XXIII, desde la Biblia a Tharsis, de Arias Montano a Trento, del río Urium a Marte, de los rudos británicos a la Huelva Recreation Club, de Tejada la Vieja al Acueducto... y así podría seguir enumerando un inventario de "asuntos inconclusos", desconocidos, inmemoriales que sin embargo, nadie es capaz, no solo de "poner en valor" sino de protegerlos, rememorarlos y expandirlos.

Y ahí es donde entra el dictado del cronista que analiza la pérdida de nuestras señas de identidad y el desapego por conquistarlas. Ahí entran los vestigios del último tribunal de la Inquisición que se conservan en Zufre, la denominada "banda gallega" de fortificaciones contra el ataque portugués, las torres almenaras como defensa contra la piratería morisca, el coso más antiguo de España en Campofrío, los castillos del XIII, Aracena, Cumbres, Santa Olaya... Las inmensas dehesas y el gran tesoro de la micología, los aguardientes y licores de Higuera, Cortegana, Zalamea... Las extintas barcazas y las artes de pesca, los pecios hundidos en nuestro litoral, la infinitud de "pozos mineros" perdidos y expoliados...

Esta es la responsabilidad que invoco, la de quienes ignoran que fuimos y que seremos. La de quienes no indagan, ni intentan, potenciar tan inmensa riqueza.

Todo es banal y pírrico. Se impone hincar los codos con septiembre a la vuelta.

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