La otra orilla

víctor rodríguez

El tamaño y el tiempo

El regalo más valioso que podemos pedir para quienes queremos es el tiempo, la presencia, el estar juntos

En la mañana de ayer, día de Reyes, muchos, habrán mirado de soslayo la cantidad de paquetes que había depositados junto a sus zapatos, hipnotizados con los papeles de colores que envuelven los regalos y la ensoñación de lo que habrá dentro. La mañana de Reyes se supone que está dedicada a la ilusión, pero en los tiempos que vivimos, donde casi todo está comprado, también se convierte en el día de las grandes frustraciones, cuando, de pronto, descubrimos que la idea de qué puede ser el regalo perfecto, no siempre coincide con el gusto de quien tuvo a bien concedérnoslo. Hay un punto de egoísmo y de carrera de agravios cuando transformamos en regalo una conversación o asunto pendiente.

Ayer fue el día en el que muchos quisieron suplir, con un objeto, lo que no son capaces de conceder a lo largo del año, y proyectaron en él lo que, en realidad, sería lo de menos, porque lo de más no se puede comprar con dinero. Y cuando, por ejemplo, tienes un hijo o una hija que comienza a entrar en la adolescencia es fácil caer en la tentación de que los Sabios de Oriente concedan traer el dichoso móvil, que es la entrada en la siguiente dimensión de los problemas educativos y evolutivos. Padres que se mantienen impertérritos a la presión del entorno que "obliga" a que niños de apenas doce años se muevan con soltura en ese mundo grande y virtual, peligroso como un callejón de madrugada, llamado internet y redes sociales, de pronto, y ante la falta de imaginación de no saber qué pedir para sus hijos de regalo de Reyes, acaban sucumbiendo, vendiendo su alma al diablo por el exiguo plato de lentejas de una felicidad artificial del niño o la niña abriendo el dichoso paquetito con la carcasa del terminal móvil con su tarjeta prepago. Y hoy, el día de después, comenzarán los problemas, en establecer los límites de algo que ya se nos fue de las manos.

El regalo más valioso que podemos pedir para quienes queremos es el tiempo, la presencia, el estar juntos, aunque sea desde el aburrimiento.

No se trata de regalar "experiencias" como se llama ahora a los ratos en común, se trata tan sólo de sacudirnos tanta cosas que ya no nos caben y ofrecernos como el verdadero regalo, que es querer y sentirse querido, no de manera virtual ni proyectada en forma de teléfono o tablet, sino en carne y hueso, todo lo demás, o nos sobra, o no nos queda bien y ya hoy queremos devolverlo.

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