La suerte de los Millenials

07 de noviembre 2025 - 03:07

Hubo un tiempo en que los televisores solo emitían por dos canales y las cosas eran de fresa, vainilla y chocolate”, decía Sergio C.Fanjul en una columna de El País. Echo de menos aquello. Escuchar música en un walkman o reproducir mi nuevo CD en la minicadena tumbada en la cama. Añoro la época en la que no existían las redes, el olor a pegatinas y a cartulina recortada que desprendían las historias narradas en cartas que cada semana enviaba a mis amigas. El sabor de las castañas recién asadas que me traía mi padre en feria. Los SMS acortados con siglas ilegibles porque no llegaba el saldo; los reencuentros cada verano para ver cómo habían cambiado los de siempre; las fotos reveladas descansando en álbumes de cuero; las enciclopedias Larousse, los diccionarios desgastados o El Rincón del Vago. Por echar de menos, echo de menos hasta perderme por no llevar un mapa y tener que preguntar sin que exista Google Maps. Ahora que la IA es capaz de afinar ideas y de simplificar al máximo mi trabajo se me hace más urgente que nunca reclamar lo olvidado. Aquellos tiempos de papel, boli, típex, calculadoras y notitas a mano. Ese callo del estudiante en el dedo corazón que anunciaba las horas de más antes de un examen y cuyo tamaño era directamente proporcional al aprobado. Quiero recuperar las largas charlas en la cafetería sin móviles, la Super Pop y sus pósters a doble página. La imaginación volando, la mente creando y nosotros respirando. A un ritmo más lento que nos permitiera encontrarnos, recrearnos y sostenernos.

Ayer, en mitad de una jaqueca constante que me impedía unir letras en el trabajo, soñaba con cerrar los ojos y retroceder. Me imaginé escribiendo en mi diario, inventándome canciones, componiendo poemas cursis a los 8 años. Me volví a ver sin IA, Instagram ni atajos digitales.

Recordé cómo eran los periódicos antes. Visualicé el icónico Cambalache, las secciones de recetas y cotilleos en las últimas páginas, la búsqueda tediosa de las fuentes sin la ayuda de los grupos de WhatsApps…

Qué suerte haber vivido aquello. La magia de ser una Millenial. La generación testigo y pionera en adaptarse a las tecnologías que han cambiado la forma de entender el mundo. Pero también aquella que pudo conocer, disfrutar y saborear la vida sin ruido, en analógico y a fuego lento.

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