El soso pierde

Sus guionistas han empeorado a Gabilondo, mientras los de Ayuso la han hecho protagonista de la campaña

En la campaña madrileña hay más espectáculo que política. El show exige ingenio, pero los guionistas no siempre aciertan. A Gabilondo, intelectual con pensamiento propio y orador elocuente, le han sentado fatal las consignas. Primero encorsetado en el vídeo Soso, serio y formal, después patinando desde "con este Iglesias, no" hasta "Pablo, nos quedan doce días para ganar". Por la mañana quería bajar la crispación y a la tarde entonaba el "democracia o fascismo".

Ayuso, al contrario, falta de doctrina por sí misma, ha subido con guionistas que ponían en su boca los titulares que marcaban la campaña, como "comunismo o libertad". Pero en las entrevistas aparecían las simplezas. Como que en la Andalucía gobernada por el PP hay más libertad que en la "Andalucía socialista", o que estuvo presa de la Asamblea de Madrid, en un desprecio al papel soberano de los parlamentos. O que el modo de vivir a la madrileña incluye tomase una cerveza después de trabajar, como si los demás bebiésemos zarzaparrilla. En resumen, majaderías del estilo del "relaxing cup of café con leche" de Ana Botella. A su nacionalismo castizo sólo le falta que el Real Madrid sea más que un club.

Después están, en los extremos del arco ideológico, los candidatos con exceso de sal y especias, con las tripas en la boca. Monasterio opina que Podemos no debería existir y tiene el afecto recíproco de Iglesias. Ambos bandos son provocadores y populistas. Los dos ponen en la diana a periodistas, faltan el respeto a adversarios y su actuación desprestigia a las instituciones.

El tercero en liza cambia: de una derecha que no supo ser flexible a una izquierda que no crispa. Ciudadanos se hunde y deja el sitio a Más Madrid. Arrimadas sostiene que España no puede prescindir del centro, sin darse cuenta que el centro dejó de existir en la primavera del 19, cuando Rivera miró sólo a la derecha y avaló al PP, sobre todo al de Madrid, minado por la corrupción de la época del relaxing. Edmundo Bal además querría gobernar con Ayuso, después de que desterrara a Cs de su gobierno. Entona un ¡vivan las caénas! muy antiliberal.

Más Madrid es el único que ha huido de argumentarios forzados y se ha concentrado en sus propuestas. Mónica García es seria y formal, pero nada sosa. En un episodio de El ala Oeste de la Casa Blanca el presidente Bartlet iba a un oficio religioso y a la vuelta, de broma, se quejaba a gritos de lo soso que había estado el cura: "¡Que los sosos bajen del púlpito por el bien de la seguridad nacional!". Los guionistas de Gabilondo no han repetido el efecto Illa. Esta vez, el soso pierde.

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