En estos días siempre me acuerdo de un viaje que hice a Moscú allá por los años 90. Me impactó. Por multitud de razones, entre ellas, la forma de vida de muchos niños que, con la picaresca propia de una novela, se ganaban más de una propina que seguramente entregaban después a algún adulto que los esperaba.

Yenny me acompañó durante varios días. Aparecía sin avisar y se autocontrataba como guía turístico para ganarse unos caramelos, un refresco o (en el mejor de los casos) unas monedas. Me intentaba vender unas postales que yo siempre le pagaba a pesar de devolvérselas para que pudiera sacar más rendimiento con nuevos compradores. En el fondo me enternecía y, ante todo, me cautivaba su sonrisa. Era la viva imagen del pequeño Tiny Tim de Dickens, hasta en el mensaje que dejó grabado en ese grupo de jóvenes curiosos que recorrimos casi 4.000 kilómetros en busca de aventuras para volvernos con un maleta llena de enseñanzas. Fue como un cuento de Navidad.

Sí, lo mismo me ocurrió ayer cuando vi cómo una madre de familia pedía "algo para dar de comer" a sus hijos y el pequeño de una pareja con buena presencia daba dos pasos al frente para acercarle unas monedas a la mujer que se deshacía en agradecimientos bajo la lluvia, mientras el pequeño le sonreía. Otra vez su sonrisa. Se dibujaba de oreja a oreja como muestra de plenitud tras culminar algo que complace. Por unos segundos parecía que el tiempo se hubiera parado y lo único importante era eso, corresponderse con una mirada cómplice y un gesto de satisfacción que se unía en una sonrisa.

En estos días es como si fuera más fácil porque parece que todo es posible. Las luces animan y sirven de pretexto para poder reunirse y disfrutar de un buen rato. Son fechas para juntarse en familia, con amigos o viejos compañeros que les encanta revivir momentos que no borra la memoria a pesar del paso de los años. El espíritu navideño hace de las suyas y logra pasar página, borrar errores, olvidar enfados y hasta apaciguar la tensión laboral cuando existe. ¿No va a poder con la resistencia política que nos tiene destrozada la paciencia en este último año?

Queridas señorías, a ver si dejan que entre un poco de ese duende que nos despierta ilusiones y se contagian de él para reunirse como si de una familia política se tratase y, a pesar de las diferencias de criterio y parecer, ponen empeño en alcanzar un acuerdo para gobernar de una vez nuestro país. Dejen a un lado los personalismos, los egocentrismos perversos, los intereses privados y, sobre todo, no se olviden de sonreír porque, como dijo Dickens, no existe nada en el mundo tan irresistiblemente contagioso como la (son)risa y el buen humor. No se lo piensen más.

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