La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El sol mata preguntas (y virus)

Por lo visto, amigo Camus, el sol no sólo mata las preguntas; también los virus

Sólo cuando se envejece se aprecia de verdad la tibieza y la luz crecientes de la primavera y hasta el calor, la calor y las calores de nuestro larguísimo verano que se come por un lado dos meses de la primavera y por otro un par de semanas, como mínimo, del otoño. Bien lo sabían los mayores que de antiguo repetían este sabio refrán: quien sobrevive a enero, aguanta el año entero. Fríos, humedades y oscuridades engendran monstruos. La luz los despeja. Por algo al siglo de la razón se le llamó el de las luces. Alguna que otra vez he citado aquí esta frase de El malentendido del cada vez más grande Camus (que no deja de crecer mientras el batracio de Sartre mengua): "Estoy harta de cargar siempre con mi alma y tengo prisa por llegar a ese país donde el sol mata las preguntas". Hoy añado otra, tomada de El revés y el derecho, su juvenil obra primera: "El sol que reinó sobre mi infancia me privó de todo resentimiento".

La tristeza e incluso la desesperación que en el norte son grises, herméticas, madres de existencialismos y otras desesperaciones, bajo la luz se convierten en senequismo o -de Séneca a Manuel Machado- en noches de juerga en la que a todos nos han cantado coplas que nos han matado… A continuación de lo que, quien durante tantos años fue injustamente relegado a ser el hermano facha de Antonio, añade: "Corazón, calla tu pena". Nada de recrearse en la pena. Que vaya por dentro. Somos hombres de luz, como escribió Blas Infante, hijos del sol. "Ese paisaje, ese azul de cielo -escribe Cansinos Assens en La copla andaluza-, ese oro rubio de tierra, ese otro cielo en marcha de sus grandes ríos, esa profusión de flores y frutos en sus huertos y sus vergeles, esos rojos evohés [grito de alegría las bacantes y los sátiros] de sus amapolas y esos áureos hosannas de sus trigos, y por encima de todo ese sol soberano, blanco y caliente y animador como una presencia divina, que deja su rescoldo en las vides de la eucaristía andaluza…".

Y por si fuera poco resulta que el calor que viene mata a los bichos que nos atacan. "Lo razonable es que vaya bajando o al menos se estabilice el número de casos con la llegada de las altas temperaturas" ha dicho la portavoz del grupo asesor de coronavirus de la Junta. Hasta el puñetero bicho, como la tristeza, se crece con el frío y se encoje con las calores. Por lo visto, amigo Camus, el sol no sólo mata las preguntas; también los virus.

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