Le silence tue!", exclamaba en uno de sus primeros discursos el que fuera presidente de Francia, Nicolás Sarkozy. Resultaba bastante sarcástico en boca de un político, que como tantos otros, ha callado tantas veces. Es como mirar para otro lado o ponerse de perfil cuando deben afrontarse situaciones complejas o crisis trascendentales. En el trance actual, en esta hora en que evocamos el eco crepuscular de una revolución que ha visto devaluados y perdidos implacablemente cien años después sus más genuinos argumentos, resulta enojoso e irrelevante, que no sorprendente, que quienes critican las mezquinas actitudes de Puigdemont, aprovechen para fustigar a Rajoy -tan acomplejado y obsesionado en sus vacilaciones y proporcionalidades-, generalmente por los socialistas de diseño que ahora se imponen, con sus complejidades crónicas, cuando por otro lado han intentando reducir las proporciones del 155 -un artículo tan válido como cualquier otro de nuestra Constitución-, con tal de no perder réditos electoralistas.

¿Hemos de recordar, aunque siempre sea enojoso, lo que evocaba el gran historiador estadounidense Stanley Payne? "Como en el golpe de 1934, la posición del Partido Socialista es voluble y muy incierta". El doble juego es tan peligroso como el silencio, los silencios cómplices, los silencios del miedo, los silencios que citaba Aznar, que pueden interpretarse no como "muestras de prudencia" sino "como síntomas de debilidad", situaciones que, como históricamente ocurrió, aprovecharon los nacionalistas catalanes para demandar su impenitente pasión independentista y su pertinaz pretensión del "derecho a decidir", excediendo abusivamente el de autodeterminación, del que ya disponen sobradamente como ninguna otra comunidad en Europa. Eso o seguir jugando, como hacen los encarnizados secesionistas, a los espantajos, a los que me refería el pasado jueves, los falaces estafermos del pasado, capaces de dinamitar la realidad, manipular las evidencias y suprimir en suma la verdad que tanto odian e instrumentan.

Así ha sido falazmente una vez más cuando han trucado fotos, han prostituido imágenes, datos, cifras -históricas y económicas- y se han servido de niños y ancianos para articular arteramente maniobras inconfesables tratando de engañar a tantos y tantos. El Gobierno autónomo catalán ha vulnerado y violentado el orden constitucional y la convivencia, lo cual es por sí mismo un delito punible. Ningún español respetuoso con la Ley puede permitir que traicionen su Constitución, que insulten a su rey, que menosprecien su himno, que ultrajen su bandera. Y no sólo ellos sino también quienes con doblez e hipocresía se han prestado al juego de la complicidad y el silencio. Porque efectivamente hay silencios que matan, que cercenan vilmente nuestros más nobles principios. Tajani dixit: "Cuando el Tribunal de Justicia dicta una sentencia, se aplica y punto".

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