Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Lo siento Greta, prefiero a Teresa

No entiendo la razón de que la pequeña sueca que nos ha sacudido menos de lo que merecemos, apenas sonría

No quiero pontificar acerca de lo que me parece la presencia de una niña de 16 años como gurú de la lucha contra el cambio climático. Me parecen vomitivas la mitad de las cosas que uno ha escuchado y leído estos días sobre su figura, que olvidan justamente eso, que es una niña. En tiempos donde los menores son política para unos y otros, se ve que la protección de la que siempre deben gozar, ha quedado para mejor vida.

Siento no acompañarla en su campaña aunque hasta cierto punto. Hay que hacer algo para que esta pelota que flota en medio del espacio no se convierta en un vertedero -si no lo es ya- del que debamos salir escopetados. No obstante, si la alternativa es cruzar el océano en tres semanas y tardar casi un mes en llegar desde Estados Unidos a Madrid, no le veo muy bien la ganancia del asunto. Creo que combinar el desarrollo humano con el respeto a lo que nos rodea, es asumible por todos. Al menos, me lo parece a mí.

Hay una cosa que sí he echado de menos en Greta. Cuando la vi salir del tren en Madrid, me pareció simplemente una niña asustada. Después me sumergí en ese buscador que nos hace la vida imposible a todos -especialmente a nosotros, no se crean- y me costó encontrar una imagen de la pequeña sonriendo.

Esta semana he podido conocer a la otra cara de la moneda. En el Foro Iberoamericano, Teresa Perales nos dio una lección de vida que tardaré en olvidar. Lo mismo me pasó cuando, al fondo de la sala donde la escuchaba, miré el reloj y comprobé que llevaba 40 minutos escuchándola de pie. Como no quería ser un periodista despedido, no tuve la oportunidad de saludarla como merece y decirle que me había jodido el titular. En efecto, quise hacer mención a lo más característico de su personalidad, pero ella, seguro que con mejor criterio que el mío, dijo aquello de que no le gustaba que le citaran su sonrisa porque parece que alguien en silla de ruedas no podía ser feliz, y ella lo es. Toma, por listo, ahora buscas otra para lucirte chaval.

No le voy a hacer caso. Me encanta su sonrisa, esté en una silla de ruedas o no. Me gusta la gente que sonríe, que va por la vida con la cara de domingo, que no rumia sus desgracias pensando que nadie más que él las tiene, que no se abona a la tragedia y que mira por la ventana todos los días y salga el sol o llueva, da las gracias porque este planeta ha completado otra vuelta alrededor del Sol, cuando nadie daba un duro por él.

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