La sanidad sin adjetivos

La Sanidad, en mayúscula, me contó el modo en que la están escindiendo entre privada y pública

Le dije que pasase, que me contara. Hay que escuchar al paciente, empatizar con él, dedicarle su tiempo. Un paciente es una persona, no es una máquina, no es un cuadro de síntomas sin más. Una persona. Como usted y como yo. Y me contó, angustiada, con la voz propia de quienes están sufriendo y no consiguen respirar bien. Lo que le estaban haciendo unos y otros. Lo que están obligándola a hacer, más allá de sus posibilidades, forzándola, obligándola a parecer lo que no es, a realizar actos para los que no la dotan, sobrellevando las zancadillas. Me contó que la están torpedeando, que los mismos que le exigen resultados son quienes la están llevando al límite. Un caso claro de abuso, de maltrato. La paciente en cuestión de quien hablo es la Sanidad. La privada y la pública. Porque la salud no tiene propiedad, ni titularidad, ni sabe de dónde viene. Alguien que ha perdido la salud lo que quiere es recuperarla, volver a sonreír, aparcar los dolores, encarar cada despertar con la fuerza propia de alguien pleno. La Sanidad, en mayúscula, me contó el modo en que la están escindiendo entre privada y pública, me habló de cómo unos y otros la están dinamitando; vendiendo, por una parte, que es una de las mejores del mundo, pero por otro, boicoteándola para que las listas de espera se le alarguen y proliferen como una alergia en primavera. La Sanidad es alérgica, me dijo, a las arizónidas y a la demagogia. Y sufre del mal de la demagogia. Quienes dicen defenderla la están vendiendo. Quienes afirman ser sus mayores valedores están impidiendo un pacto de Estado, imprescindible, para que la joya de la corona no se malvenda a precio de saldo en el mercadillo negro. La Sanidad, ay, se encuentra mal, y la culpa la tienen quienes la han politizado, entendiendo política como el juego entre facciones a las que sólo les importa ellas mismas. La gente esperaba que la política sanara, y en vez de eso, insisto, lo que han hecho es politizar la Sanidad. Un médico que cura se reviste para el curado como alguien especialmente dotado, como quien le ha devuelto un tiempo precioso para estar con los suyos, para vivir. La Sanidad española padece un mal profundo, que no admite esperas, ni listas, que no conoce inoculación que la salve de la burocratización. Que la dejen en paz. Que dejen de acosarla. Que no la politicen más. Los sanitarios, los pacientes, la salud en general, necesitan que dejen de mercadear con ella. La Sanidad no es pública o privada. Es pública y privada. Es un derecho, sin adjetivos.

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