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Desde los altavoces mediáticos de La Moncloa se culpa a La Zarzuela de organizar la visita fallida y a la extrema derecha de los incidentes. Y ya está todo arreglado. Sánchez es como el apóstol Juan que, según los apócrifos, fue echado en aceite hirviendo y “salió más fresco y lozano de lo que entró”. Fue un error la visita, pero él no es responsable. Fue la “violencia de algunos elementos marginales” la que provocó los incidentes, no la justa cólera de los afectados. Fue decisión de su protocolo de seguridad, no suya, quitarse de en medio. Feijóo y Mazón tampoco desaprovecharon la ocasión para hacer baja política.
Es cierto que la visita fue inoportuna, dado el grado de dolor y cólera de los vecinos que se sintieron abandonados, además de víctimas de una suma de errores y descoordinaciones. Pero, como dijo el Rey a uno de los que le increparon: “Si quieres no vengo y me quedo en Madrid…”. La decisión estaba condenada desde el principio: no ir le habría valido el reproche de ignorar el sufrimiento de los ciudadanos tan gravemente afectados e ir suponía asumir el estallido de desesperación, dolor y cólera de quienes con razón se sentían abandonados. Y el Rey optó por lo segundo hasta sus últimas consecuencias. Por eso, al contrario que Sánchez, desoyó los consejos de su servicio de seguridad y afrontó los insultos y las pellas de barro, pero también oyó las quejas y compartió el dolor, alertando contra las intoxicaciones interesadas y afirmando el valor de la democracia.
Que hubo infiltrados de extrema derecha que aprovecharon la ocasión para sumar violencia a la justa cólera de los afectados es cierto. Pero no hay ocasión que los radicales de derecha, en este caso, o extrema izquierda, en otros, no aprovechen para sembrar el caos y desatar la violencia. La causa les da igual porque su enemigo no son los errores de los políticos, ni los fallos, descoordinaciones o imprevisiones en la gestión de la catástrofe, ni muchísimo menos el sufrimiento de las víctimas. Su objetivo es lo que llaman el sistema, es decir, la democracia misma. Y su alternativa no es otra que el caos.
Cuando llegue la hora habrá que depurar responsabilidades presentes y pasadas . Y habrá que revisar los fallos de nuestro ordenamiento autonómico para devolver algunas competencias esenciales al Estado. Pero este no es el momento.
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