NI supieron ganar ni han sabido perder. Me refiero al PNV de Ibarretxe. Durante los diez años que ha sido lehendakari, Ibarretxe ha consolidado un régimen clientelar, ha dividido a la sociedad practicando el frentismo más estéril y ha embarcado al País Vasco en dos aventuras soberanistas condenadas a un callejón sin salida. Ayer, derrotada su candidatura y antes de anunciar su abandono, ha supurado resentimiento y negado legitimidad a su adversario democrático.

Vamos a esto último. Es bien sencillo: los vascos votaron libremente el 1 de marzo y eligieron 75 diputados autonómicos. Dos partidos, el PSOE y el PNV, postularon libremente a sus candidatos a lehendakari en la sesión de investidura de ayer, Patxi López y Juan José Ibarretxe, respectivamente. Después de escucharles y replicarse en el debate correspondiente, los 75 diputados votaron uno a uno, igual de libremente, desde sus escaños. Resultado: Patxi López obtuvo 39 votos (25 del PSOE, 13 del PP y 1 de UPyD, el partido de Rosa Díez). Mayoría absoluta. Patxi López, lehendakari. No hay más.

Lejos de asumir la derrota y felicitar, aunque fuera por cortesía, al vencedor, Ibarretxe dedicó buena parte de su discurso a descargar el rencor acumulado por la pérdida del poder. Nada de aceptar las reglas del juego democrático. Al contrario, las impugnó al considerar el acuerdo PSOE-PP un engaño a la sociedad vasca, y la nueva mayoría "españolista", un resultado ilegítimo por haberse prohibido la participación electoral de Batasuna y sus disfraces en aplicación de la Ley de Partidos. Él sabe bien de lo que habla, porque gracias al brazo político de ETA ha podido gobernar, lanzar sus planes y aprobar sus presupuestos durante los últimos años. Dijo también que el ejecutivo que formará López es "una alianza frentista". Esto lo sabe aún mejor, porque su partido pactó con ETA -no sólo con Batasuna, con ETA- un pacto en Lizarra para expulsar de la vida política a todos los demócratas no nacionalistas. Finalmente, ha anunciado que abandona la política, es bueno para el PNV.

Con todo, Juan José Ibarretxe dio la medida exacta de su verdadero pensamiento cuando, en el debate, acusó a López y Basagoiti de emprender una "cruzada para destruir" y "un intento serio de anulación de nuestra propia identidad nacional". No pudo haber definido mejor su ideología totalitaria. Según él, sólo hay una manera posible de ser vasco, que es ser nacionalista. Los vascos que no comulgan con el nacionalismo, que son aproximadamente la mitad de la población (después de treinta años de gobiernos del PNV y asociados), no son auténticos vascos. Lo que Patxi López trae en su valija es lo contrario: la identidad vasca es la suma de las identidades de todos y cada uno de los vascos. No sobra nadie. Salvo los terroristas, claro.

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