Las dos revoluciones

Por desgracia, el nombre de Kerenski no le dice hoy nada a nadie, mientras que el de Lenin es conocido en todo el mundo

La propaganda soviética fue tan buena que todos nos creímos que la Revolución de Octubre de 1917 derrocó a los zares e impuso por primera vez un Gobierno "popular" en Rusia. Pero eso es falso. La Revolución de Octubre de Lenin fue un golpe de Estado que derrocó a un Gobierno democrático que había convocado elecciones libres (las primeras y las últimas que se realizaron en Rusia durante casi un siglo). Y cuando los revolucionarios asaltaron el Palacio de Invierno, allí dentro no estaba la familia imperial -que ya vivía exiliada en los Urales desde hacía varios meses-, sino un batallón de mujeres y el presidente del Gobierno provisional, Kerenski, que tuvo que huir disfrazado de chófer. El gran Chaves Nogales lo entrevistó en París, diez años más tarde, y Kerenski le contó que podría haber fusilado a Lenin en el verano de 1917, pero que no quiso hacerlo porque no quería manchar de sangre la revolución. El gran Chaves Nogales seguro que asentiría encantado al oír esa frase.

Por desgracia, el nombre de Kerenski no le dice hoy nada a nadie, mientras que el de Lenin es conocido en todo el mundo. Pero si las cosas hubiesen sido al revés -si Kerenski fuese el famoso y Lenin el desconocido-, el siglo XX no habría sido tan sangriento como fue, y probablemente Hitler no hubiera llegado nunca a pasar de ser un mediocre charlatán de cervecería. Kerenski era un socialista democrático que creía en las elecciones libres y en la alternancia en el poder. Lenin, en cambio, no creía en la democracia ni en ninguna clase de contrapesos legales al poder absoluto del Partido Comunista. Kerenski podría haber mejorado las condiciones de vida de los rusos, pero la derecha zarista y la extrema izquierda le impidieron gobernar. Y así, el proyecto de Kerenski sólo duró ocho meses, desde la Revolución de Febrero que obligó a abdicar al zar -y de la que ahora se cumple un siglo-, hasta la Revolución de Octubre que le obligó a huir al exilio.

Durante la Transición, la extrema derecha llamaba despectivamente "Kerenski" a Adolfo Suárez, porque lo consideraban un gobernante débil que acabaría destruido por las fuerzas revolucionarias. Y ahora, la izquierda populista que admira a Lenin también se dedica a criticar el legado de la Transición, al que acusan de entreguista y cobarde. Vienen malos tiempos para los nuevos Kerenskis.

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