El retorno de una gran escritora

Los prejuicios ideológicos habían postergado a la Fernán Caballero, y a Cecilia Böhl de Faber, la mujer tras el seudónimo

Su destino previsible era permanecer como un nombre más en alguna página secundaria de un manual de literatura del siglo XIX. Fue muy leída, pero un olvido sepulcral cayó sobre su obra. Para muchos, un silencio justificado porque, sin haberla leído, pensaban que sus novelas transmitían la imagen de una Andalucía idílica en lo social, conservadora en política y religiosa sin fisuras. Pura arqueología, pues, apropiada para arrinconarla en el pasado. Pero estos enterradores olvidaron que sus obras guardaban la mejor memoria de la vida cotidiana durante las décadas en las que se forjó la Andalucía decimonónica, es decir la Andalucía que empezó entonces a ser ella misma y que ahora ya apenas sobrevive. De ahí el valor de su obra narrativa, porque conserva un interés que va mucho más allá del atractivo de una trama argumental. En sus páginas están bien presentes los mejores apuntes -y, a veces, los únicos- de las costumbres aristocráticas, por un lado, populares por otro, y de vibrantes escenas urbanas y rurales. Su vida, contradictoria y controvertida, con tres matrimonios muy diversos, le permitió transitar por doquier y tomar directamente, desde mundos muy distantes, apuntes del natural, con el entusiasmo y la mirada exigente del mejor antropólogo, del más ávido etnógrafo o del más curioso escritor costumbrista. Pero los prejuicios ideológicos habían postergado y sepultado a la Fernán Caballero, escritora, y a Cecilia Böhl de Faber (y Larrea), la mujer que discretamente se refugiaba tras ese seudónimo. Nacida de un fructífero cruce entre gaditana y comerciante cosmopolita, fue un personaje tan interesante como las propias protagonistas de sus novelas. Pero su estima literaria estaba perdida y ha sido necesaria la voluntad y el convencimiento de las profesoras Marieta Cantos y Mercedes Comellas, en complicidad estimulante (desde las Universidades de Cádiz y Sevilla), para que Fernán Caballero retorne llena de nueva vida literaria a la actualidad. Y una prueba de este esfuerzo, femenino y colectivo, cultivado durante años, puede contemplarse en estos días en la Casa de Murillo (Santa Teresa, 8) en Sevilla, igual que antes estuvo en Cádiz. Gracias al apoyo del Centro de las Letras Andaluzas y de su directora, Eva Díaz, se ha logrado editar y reunir un espléndido material gráfico y documental. Ojalá con estos alicientes surja un nuevo deseo de leer y retornar a una de las primeras escritoras que descubrió el papel literario que escondían las gentes y tierras andaluzas.

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