Editorial

El reto de preservar la seguridad digital

LA revolución tecnológica acaecida en el mundo desde la década de los 70 del siglo pasado ha supuesto un giro copernicano en la forma de comunicarse de las personas. Hace apenas 25 años nadie tenía teléfono móvil ni correo electrónico ni internet ni, mucho menos, Whatsapp, la última vuelta de tuerca en este proceso que ha acelerado considerablemente la globalización y que ha reducido a décimas de segundo nuestra capacidad de contactar con cualquier persona en cualquier parte del planeta. Los aspectos positivos de esta revolución son evidentes y han aumentado sustancialmente nuestra forma de trabajar y de relacionarnos socialmente. Sin embargo, como cualquier cambio radical, tiene su lado oscuro. Las mismas herramientas que sirven para mejorar nuestras vidas son también los instrumentos que usan los delincuentes de toda ralea, desde los pedófilos hasta los más vulgares cacos, para cometer sus delitos. Asimismo, estas tecnologías muestran demasiadas grietas a través de las que podemos ser observados por el poder político o empresarial para obtener información sobre nuestra intimidad: círculo social en el que nos movemos, preferencias de consumo, gustos sexuales, ideología, etcétera... Sin temor a equivocarnos, podemos decir que nunca antes los ciudadanos hemos estado más expuestos al espionaje y a la violación de nuestra intimidad. Por eso, es importante que las aplicaciones informáticas que manejemos sean seguras y que los países generen legislaciones que aseguren nuestra intimidad en el complejo mundo digital. La empresa Whatsapp ha dado, por tanto, un paso importante al haber puesto en marcha el cifrado de todos sus mensajes. Desde ahora, cada mensaje se generará con una llave temporal y única que sólo puede descifrar el receptor en su móvil, con lo que nadie podrá interceptar su contenido; ni los delincuentes, ni los servicios de Inteligencia de los gobiernos, ni siquiera la propia empresa que ha inventado este sistema. Evidentemente, esto puede ser perjudicial en algunas pesquisas policiales en la lucha contra el narcotráfico o el terrorismo. Nadie lo pone en duda. Pero es de vital importancia que la intimidad y el secreto de las comunicaciones entre los ciudadanos estén garantizados, porque es mejor vivir en una sociedad con riesgos que en una especie de Gran Hermano en el que los grandes poderes controlen cualquier mensaje que emitamos en privado, incluso el más nimio o intrascendente.

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