La resurrección del libertinaje

¿Se está tratando de evitar declaraciones críticas colocando etiquetas que las inhiban?

En 2004, Pilar García Mouton y Alex Grijelmo publicaron un libro cuyo título era Palabras moribundas; en concreto, se refería a términos que caen en desuso, de los que muchos terminan por desaparecer del lenguaje hablado. Difícil es que en la actualidad se use chipén o córcholis, pero antes eran corrientes. Reconozco que creía que libertinaje, si no había entrado ya en ese estadio, se encontraba, al menos, en la antesala porque, en realidad, solo pervivía en el recuerdo de generaciones maduras. Pero miren por dónde, lo han resucitado y ha sido de la mano de la mano de miembros del PSOE. ¡Quién lo iba a decir! Durante el franquismo era de uso común por parte del régimen y de los sectores que les eran más afectos. Siempre se estaba en riesgo de que a la menor discrepancia de opinión o de acción te soltaran, como argumento irrebatible, aquello de que lo que se decía o se hacía no era libertad sino libertinaje y a partir de aquí, chitón -palabra quizás también en agonía-. ¿Y por qué expresé antes ese "quién lo iba a decir"? Pues porque todas las entradas que contiene un diccionario de la lengua -lógicamente más los nombres, adjetivos y verbos- son susceptibles de estar acompañadas de respuestas emocionales y, quiera que no, en España, escuchar o leer libertinaje evoca dictadura y, por ende, represión, lo cual se asocia con esa clase de respuestas. Pero el asunto no queda ahí. Normalmente, detrás de su empleo lo que suele haber, por parte de quien la esgrime, es una especie de apropiación del concepto de libertad pues señala cuáles son sus límites; pero, eso sí, sometidos a su estricto criterio. Pasemos a concretar esta idea: algunos miembros del PSOE, como la delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González, se han erigido en definidores que determinan lo que es libertad y lo que no lo es, sin otra opción que la de asumirlo, porque si no se acepta es que se está cayendo en el desenfreno en obras o palabras. ¿Es todo esto un simple juego lingüístico sin más proyección en la cotidianidad o en la prosaico de la vida? Podría ser y que todo quedara en una anécdota. Sin embargo, también cabe alguna que otra alternativa como, por ejemplo, la de que se trata de una argucia que intenta evitar declaraciones críticas, a modo de un autoritario lenguaje políticamente correcto, colocando etiquetas que las inhiban. Asimismo, tal vez sea indicativo de que se persigue crear sentimiento de culpa para impedir fuga de votos en próximas elecciones. Es posible, no lo descarten.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios