¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La resignación catalana

El hartazgo se hace notar: la manifestación de ayer apenas congregó a unas 30.000 personas

Nos extrañó la desganada escenografía con la que la Generalitat anunció el referéndum de independencia del 1 de octubre. Con esa incapacidad para unificar protocolos y galas que caracteriza a nuestra generación -unos con corbata, otros sólo con americana y algunos en lironda camisa-, los padres de la patria catalana posaron para la posteridad con una cierta resignación, como en una de esas bodas obligadas por las circunstancias, lo que no deja de ser sorprendente para los que desde niños nos hemos regodeado con las ilustraciones de las enciclopedias, esas en las que las encrucijadas históricas se representan con hombres arrebatados y en imposibles escorzos. Más jaranera, sin embargo, fue la manifestación de ayer para apoyar dicho plebiscito, que no dejó de tener el aire dominguero y sport (el protagonismo de Guardiola no hizo más que acentuarlo) de las grandes celebraciones civiles de nuestra época. Así, en chándal, no hay quien construya una patria seria.

En general, sorprende el tono rutinario que ha tomado el procés. Los independentistas posan con desgana para la historia y, a continuación, sale un ministro en Madrid que dice que eso es ilegal y que a la Justicia va. Después, unos y otros se van a comer a un restaurante de moda o reservan habitación en algún hotelito con encanto para pasar el fin de semana. Los excesos del soberanismo se han convertido en un elemento fijo del paisaje que apenas llama la atención. El hartazgo se hace notar: la manifestación de ayer apenas congregó a unas 30.000 personas, una cifra muy inferior a las anteriores mareas soberanistas.

No es el mejor momento para construir una patria. Tras el apocalipsis del siglo XX, cualquier exaltación nacionalista fuera de los campos de fútbol está considerada de mal tono y peor gusto. Se acabaron las banderas al viento, los pechos henchidos, las miradas perdidas en el horizonte de la historia. El cupo oficial de los estados oficiales de la Unión Europea está cerrado y nadie lo va a abrir en los próximos tiempos, por mucho que el míster Guardiola apele a la "comunidad internacional" para librar a los països del yugo "autoritario" español. Los independentistas catalanes llegan tarde al festín. Perdieron demasiado el tiempo sacando hasta la última gota de su jugo a la cabra hispana. Ahora sólo les queda la resignación de sus próceres y el aire dominguero de los manifestantes de ayer.

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