Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

El réquiem de Mastropiero

Marcos Mundstock pasó por este mundo haciendo reír a la gente y, lo que es mucho más importante, haciéndole pensar

Estaba en el Palacio Euskalduna de Bilbao, con mi hermano sentado a mi lado, viendo Los Premios Mastropiero. Sonó la música de presentación de la gala y Marcos Mundstock dijo: "buenas noches señoras y señores". Miró a Daniel Rabinovich y le saludó: "buenas noches Ramírez". La respuesta fue: "buenas noches Murena" y mi hermano ya se estaba descojonando vivo.

Esta semana perdimos, perdí, a Marcos, como antes había perdido a Daniel. Imagino el despelote que deben estar armando por ahí arriba cuando recuerden lo de Esther Pícore, o cuando rememoren sus duelos en la Cantata del adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras, de sus hazañas en tierras de Indias, de los singulares acontecimientos en los que se vio envuelto y de cómo se desenvolvió, la mejor crónica del descubrimiento de América que recuerdo haber escuchado; o en esas Cartas de Color, con la vida de Yogurtu N'gue, o la Radiotertulia, nuestra opinión y la sulia.

Con Marcos se me fue parte de mi adolescencia, juventud y en esa especie de sala de espera de la tercera edad en la que uno parece instalado. No recuerdo cuándo les vi por primera vez. Sí cuando empecé a quererlos y el culpable fue Andrés Aberasturi y su programa El último gato, donde radiaba unas parodias de unos benditos locos que me tenían riéndome a altas horas de la madrugada. Quería conocerlos y lo hice. Me sé los textos de sus espectáculos de memoria y parte de ellos han pasado a formar parte de ese lenguaje personal que uno utiliza para hacer frente a las patadas que te mete la vida de vez en cuando. Valga uno de ellos: cada vez que tengo un día libre y queremos ir a la costa a tomar el sol, suelo soltar aquello de que voy "a la playa con Mariana"; los luthierólogos sabrán entenderme.

He vuelto a recordarle, tal vez de la manera que no quería hacerlo. Si algo tienen de bueno las nuevas tecnologías, es que en una pantalla diabólica se puede acceder a lo que le apetezca en el momento que quiera. He visionado risas de un grupo de genios que le hizo a miles lo mismo que a mí. Me queda haberles visto en su tierra, algo que quedará en mi debe para siempre, pero qué es la vida sino una colección de cosas que uno no puede cumplir como le gustaría. Valga esta agujero de los lunes para decirle muchas gracias de nada, que su vida valió la pena y que me encantó haberlo conocido. Johan Sebastian Mastropiero está listo para componer su réquiem, aunque conociendo sus habilidades, seguro que le saldrá una candonga, con un anuncio de Nopol en medio.

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