El regalo de cada día

"Hacer balance del año que se acaba o, peor aún, esperar un año mejor para el que empieza es demasiada ambición"

En las últimas semanas han ido apareciendo en los medios informaciones de lo más curiosas sobre los síntomas de la nueva variante del coronavirus. Una de las cosas de ómicron, a diferencia de las cepas beta o delta (lo de dar griego en el instituto era por esto), por ejemplo, es que en sus inicios se puede confundir con una resaca. Viendo lo que se nos viene encima con el fin de año a las puertas no puedo dejar de pensar en la cantidad de gente que el próximo día 1 se levantará con la ómicron, pensando que está de resacón, o de resacón, pensando que está con la ómicron. Aunque a decir verdad no va a ser muy distinto a todo lo que ha pasado en este 2021 del demonio, que ha sido un completo quiero y no puedo. Un sí pero no constante que empezó con la terrible tercera ola y siguió con la esperanza de la vacuna. Luego vino el chasco de los retrasos, y después la alegría de las primeras dosis, las sospechas con Astrazeneca, el virus que se va, el virus que vuelve, la cuarta ola, la quinta ola, las mascarillas que ya no hacen falta, las mascarillas que ahora sí… Así todo el año con el bendito bicho, que digo yo que va siendo hora de ponerle un nombre digno, porque si lo de Sars-Cov-2 no lo veo, qué decir de Covid-19, estando como estamos prácticamente en 2022. A eso iba, por cierto: a que se acaba el año y, como siempre que se acaba un año, toca hacer balance. En realidad, si quitamos el virus, la saturación de la atención médica en primaria y en hospitales, la crisis económica mundial, las fake news, los políticos, las PCR, los tests de las farmacias, la ruina de los comerciantes y los hosteleros, las mascarillas, las restricciones, los expertos de verdad, los expertos de tertulia, los agoreros, los negacionistas, las videollamadas, las reuniones virtuales, la incertidumbre… Si borramos todo eso, decía, a lo mejor este 2021 no ha sido del todo malo. Seguimos aquí, aunque no estemos todos; seguimos riendo, a veces; trabajando, algunos; con ilusiones, grandes o pequeñas, casi todos. Seguimos disfrutando y sufriendo porque, y esto es lo más importante, seguimos vivos. Para algunos habrá sido el peor año de sus vidas y, para otros, el mejor. Si es difícil que un año completo sea bueno o malo para una sola persona, peor aún es que lo sea para una colectividad, así que hacer balance del año que se acaba o, peor aún, esperar un año mejor para el que empieza es demasiada ambición. De momento, mi deseo es que el día de mañana sea maravilloso. Y mañana pediré lo mismo para el día siguiente, y al día siguiente, otra vez. Y si uno de esos nuevos días que nos traiga el 2022 se tuerce, seguro que al día siguiente mejora. Y si no, al otro. Al fin y al cabo en eso consiste la vida, ¿no? En abrir los ojos cada mañana, a ver qué nos trae hoy. De eso se trata: de abrir los ojos cada día, clac. Como si abriéramos un regalo.

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