Una reflexión sanitaria

La salud es un derecho y la sanidad es la herramienta política para satisfacer ese derecho

Ciertamente me disgusta que ante una reivindicación social justa y necesaria, en ningún caso caprichosa, la respuesta de las administraciones, siguiendo directrices exclusivamente políticas, sea la persecución, la denigración, o la ofensa personal, cuando el tema es puramente profesional, aunque con gran repercusión y calado social, tal cual es la cuestión sanitaria.

Y digo que me disgusta que esto suceda porque demuestra la falta de argumentos y la ausencia de soluciones reales para los problemas, más allá del repetitivo discurso del "vamos a hacer". Porque el ataque individual entorpece cualquier consenso, si realmente lo quisieran o fuera posible, además de demostrar un exceso de tacticismo -presencia continua en medios- y una ausencia total de autocrítica. El otro día, Susana Díaz celebró cónclave con toda la cúpula directiva sanitaria de Andalucía, por cierto, todos les deben sus cargos al Gobierno que ella preside, y creo acertaría si aceptara la petición de aumentar las plazas MIR pensando en un futuro cercano y en el aumento de inversión tecnológica, pero yerra rotundamente en su discurso confrontador con la sanidad privada -siempre ejercí y defendí la pública- acusándola subliminalmente de una presunta influencia interesada en el deterioro del sistema público cuando, en mi opinión, debería fomentar la complementariedad entre ambas.

Sin embargo, no reconoce la "oxidación de la joya de la corona" puesto que las "dimisiones" de gestores sanitarios ante las movilizaciones populares se cuentan por decenas. Y, como corresponde, hace su ejercicio de demagogia defendiendo a los profesionales sanitarios. ¡Faltaría más! Pero no porque como especula se le haya generado una desconfianza pública sino por deberle el sostenimiento de la calidad asistencial, pese a las decisiones políticas, con su profesionalidad, esfuerzo y dedicación incluso con situaciones contractuales leoninas. No, no hagan brindis al sol con una simulada defensa del personal sanitario, hágalo ajustando las plantillas a la demanda, propicie una adecuada tasa de reposiciones y sustituciones, permita la gestión propia de las agendas y ténganlos, de verdad, en cuenta en la toma de decisiones organizativas asistenciales.

En definitiva, realismo, autocrítica, diálogo, respeto, lógica y despolitización, pues como he dicho alguna vez, la salud es un derecho y la sanidad es la herramienta política para satisfacer, adecuadamente, ese derecho.

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