Esas cabezas en la oscuridad de la sala, en el patio de butacas, apenas iluminadas por el brillo de la pantalla o los focos, como en la gala inaugural del viernes, han vuelto a dar vida al Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. La pandemia no pudo el año pasado con una de las grandes citas culturales de la provincia onubense, obligada a reinventarse, y ahora ha dado una tregua para que recobre el pulso del público. Vuelve la presencialidad en su 47 edición, con un Gran Teatro remozado y deseoso de cubrir su aforo y con muchos onubenses ávidos de recuperar la magia de la pantalla grande. Que el Festival sea un éxito y los cines sigan llenándose.