La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

La realidad contra Torra

El Gobierno independentista, volcado en exclusiva en el 'procés' , se ha olvidado de mejorar la vida de la gente

Toda realidad ignorada prepara su venganza, escribió Ortega y Gasset hace un siglo. A Quim Torra le ha estallado en la boca del estómago la realidad social de Cataluña que con tanto denuedo como ceguera ha venido ignorando. Embarcado en exclusiva en la ensoñación de la república independiente dejó de atender la primera obligación de cualquier gobernante: mejorar la vida de sus gobernados.

Dedicarse sólo a la gran política sin ocuparse de los problemas de la gente siempre pasa factura. Ha llegado la venganza tras muchos años de procés frustrante y frustrado. Porque la identidad colectiva, sea nítidamente construida por la historia o ficcionada por el interés político, es menos importante que la identidad y los derechos de los ciudadanos individuales, sus dificultades, sus esperanzas y sus malestares.

Es lo que se ha visto en la calle esta semana. La ocuparon médicos, funcionarios, profesores, bomberos y estudiantes que han visto deterioradas sus condiciones de vida en el tiempo de la crisis, que es también el tiempo de la efervescencia secesionista. Dos datos: el gasto sanitario ha bajado un 27% con Mas, Puigdemont y Torra al frente de la Generalitat, y los funcionarios de Cataluña son los únicos en España que todavía no han recuperado las pagas extras recortadas en 2013 y 2014. ¡Y todos éstos son sectores llamados a un gran protagonismo en el procés hacia la independencia! Así los han tratado los jefes del motín.

¿Cómo ha reaccionado Quim Torra ante la rebelión de sus conciudadanos rebelados? Como un buen cobarde, más pendiente del cobarde mayor que está en Waterloo que de lo que pasa en sus hospitales, oficinas y universidades. Mientras bomberos y sanitarios intentaban irrumpir en el Parlament -privilegio hasta ahora de las CUP, a las que Torra pedía apretar-, el nada Honorable supremacista recibía en palacio a Juan José Ibarretxe, "un gran amigo de Cataluña", reducía su agenda y evitaba los actos públicos. Mejor me callo, se diría.

No se ha callado su compañero Eduard Pujol (sin parentesco con la Primera Familia de la Corrupción) que ha mostrado su catadura moral y política: no hay que fijarse en las migajas (las más prolongadas listas de espera), lo importante es el procés y la república. Aunque la realidad inconmovible se vengue de ellos, los nacionalistas del sector fanático no escarmientan. Les interesa poco la salud de los catalanes, y mucho mandar sobre una quimera identitaria.

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