La ciudad y los días

Carlos Colón

Más razón que un santo

ESCRIBE un enfermero recordándome, a propósito de mi articulo Muerte humanizada, que tras mas de veinte años de trabajo en cuidados intensivos su experiencia le ha enseñado que "si hay alguien a quien le interesa el enfermo, su dolor, su salud, su bienestar, su alimentación, etc., es sobre todo, y además del medico, a la enfermería, que es la que está las veinticuatro horas del día con el enfermo, a su lado...". Por ello me pide que en vez de decir, como hacía en el artículo, que "la ley andaluza tiene una finalidad humanitaria que se inscribe en esa larga lucha contra el dolor que dignifica la profesión médica", se diga, por ser más justo, que "dignifica las profesiones sanitarias". Y como tiene más razón que un santo, cumplo aquí lo que solicita y hago extensivo todo lo que en dicho artículo se dice sobre la profesión médica a las profesiones sanitarias.

Error mío fue utilizar "médicos", que nombra sólo a uno de los colectivos que intervienen en las cuestiones referentes a la salud, en vez de "sanitarios", que los engloba a todos. Fue fruto de la rutina, por una parte, que nos ha acostumbrado a relacionar lo concerniente a la salud únicamente con la medicina, olvidando el campo interdisciplinar de las Ciencias de la Salud que abarca ciencias y saberes biológicos, químicos, físicos, psicológicos, bioquímicos, biotecnológicos, informáticos, epidemiológicos, genéticos, farmacológicos, médicos o de enfermería. Y fue también fruto de la ingratitud, porque quien haya pasado por alguna experiencia hospitalaria seguro que no habrá olvidado las atenciones recibidas por parte de los profesionales de la enfermería y de los auxiliares que son quienes, en razón de sus funciones, guardan una más estrecha relación con los pacientes.

Atenciones que van mucho más allá de lo profesional en un sentido técnico, que entienden la profesionalidad como algo más que los estrictos cuidados físicos. Tal vez ellos fueron los primeros, por ser quienes más frecuente trato tenían con los enfermos en el día a día -y en el duro noche a noche- hospitalario, quienes de forma intuitiva tuvieron en cuenta que el ser humano es algo más que cuerpo; y que una broma, una sonrisa o cualquier otra manifestación de simpatía ayudaba al paciente a volver a sentirse persona en toda la humana extensión y complejidad de la palabra que une eso que Maxence Van Der Meersch -tan popular en los años 50 y 60, tan olvidado hoy- llamó los cuerpos y las almas en su famosa novela de ambiente hospitalario. Tiene usted mucha razón, señor mío: la lucha contra el dolor dignifica las profesiones hospitalarias.

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