Visiones desde el Sur

La razón como instrumento

La razón, de forma individual o grupal, rara vez no es interesada, dejemos clara esta premisa

Decía Goethe que "somos todos tan limitados, que creemos siempre tener razón". Esta máxima, que lógicamente no debe aceptarse a rajatabla, a mi entender contiene sin embargo una buena parte de certeza, nos guste más o menos lo que decía este alemán universal que viniera a fallecer en la república de Weimar (un espacio del que deberemos hablar otro día). Las más de las veces esgrimimos argumentos arropándolos bajo el calor de la razón que nos asiste; así, sin más, como si las entendederas de cada cual hubieran de ser homogéneas a las del resto de seres humanos, habiten estos en los lugares que fueren y tengan los mismos una formación similar o disímil -académica o por el proceso de aculturación propio de cada pueblo-. Y esto, perdónenme, es un error como la copa de un pino centenario.

Porque la mayor de las veces "en esa razón que nos asiste", escondemos a los demás, a la otredad, las explicaciones a veces interesadas, cargadas de valor simbólico en unos casos y crematísticos, o sea, dinerarios las más de las veces, que nos mueven a posicionarnos de una u otra manera. La razón, de forma individual o grupal, rara vez no es interesada, dejemos clara esta premisa.

Goethe decía que somos todos limitados y llevaba y sigue teniendo razón. Si observamos o escuchamos a los políticos de nuestro espectro electoral -por poner unos ejemplos de actualidad- en las imágenes y en las palabras que en el último año nos azotan con su carga de razón a la pasiva ciudadanía española, respecto al tema catalán o al de la dependencia, la sanidad pública, la pírrica subida realizada a los pensionistas, la expulsión, porque de una expulsión de los jóvenes españoles mejor preparados de la historia de este país se trata, la no igualdad de salarios entre hombres y mujeres… uno debiera pensar en primera instancia que todos los que se posicionan afirmando o negando están en posesión de la verdad. Nada más lejos de la realidad.

El problema de las razones enfrentadas -puede que hasta el paroxismo o la guerra, en su caso- no viene de una discusión razonada, tal como en una democracia debiera ser dable, sino cuando nace de su ausencia y se encastilla en la intransigencia de quien opina ocultando los intereses ideológicos, políticos, económicos o religiosos que hay tras de las mismas. Entonces, ya no hay posibilidad de entendimiento. Y al pueblo, al pueblo que le den. (Con perdón o sin él, como guste el distinguido lector).

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