El rábano y las hojas

El desajuste entre el lenguaje que usamos y los hechos a los que debe nombrar ha llegado al punto de no retorno

En nuestro colegio había un profesor muy aficionado a las expresiones populares. "Jordá, no coja usted el rábano por las hojas", decía cuando yo tenía que salir a la pizarra y me ponía a hablar al tuntún porque no me sabía un tema. Hoy en día es posible que muchos niños urbanos no entiendan esa frase, ya que muchos no saben si un rábano tiene hojas o no, y casi todos, además, deben de imaginar que un rábano es esa clase de bolitas rojas que surgen espontáneamente de las neveras, ya limpias y troceadas y envueltas en celofán. Las Cherry Belle, por ejemplo.

En realidad, el desajuste que se ha producido entre el lenguaje que usamos y los hechos a los que ese lenguaje debe nombrar y por tanto definir ha llegado a un punto que quizá sea el de no retorno. Y desde que nuestra experiencia de la vida se ha alejado por completo de la Naturaleza, hemos sufrido un empobrecimiento aterrador de nuestra capacidad cognitiva que limita nuestra comprensión del lenguaje, y con ella, nuestra consiguiente comprensión del mundo. Y si bien se mira, el problema que tenemos con la enmarañada extradición de Puigdemont es que nuestro Código Penal no estaba preparado para un delito nuevo que se ha llevado a cabo de una forma inédita en la historia contemporánea (un golpe de Estado ejecutado, por así decir, de manera legal). Y eso explica las contorsiones lingüísticas que tienen que hacer los jueces y la perplejidad de mucha gente al conocer sus decisiones. El lenguaje y la realidad -es decir, el delito tipificado y los hechos que se deben enjuiciar- parecen ir cada uno por su lado. Igual que ocurre, por cierto, cuando alguien intenta coger el rábano por las hojas y se queda tan sólo con las hojas.

Pero yo quería hablar del máster fraudulento de Cristina Cifuentes. Porque el escándalo de ese máster que nunca existió debería servir para erradicar todas las prácticas engañosas que se han instalado en las universidades y que han beneficiado de forma descarada a determinados personajes poderosos. Y se deberían investigar todas las falsificaciones de currículos y todas las mentiras académicas que se han hecho pasar por verdades, que han sido muchas y en todos los partidos políticos. Pero una vez más nos dedicaremos a coger el rábano por las hojas. Y gritaremos sobre lo menos importante, olvidando -como siempre- lo que es esencial.

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