Los que quisieron subir antes de tiempo

"El año pasado se suicidaron casi 4.000 personas en España, el triple de las cifras de fallecidos por accidentes de tráfico"

A veces me imagino el cielo. Pienso en cómo sería si existiera. Y no me refiero al cielo como idea religiosa, filosófica o espiritual, sino al cielo, cielo. Ese que teníamos de pequeños. El que estaba encima de las nubes, con su arcoíris, su agujerillo para mirar a la Tierra... A ese me refiero. Allí veo a gente a la que quiero, o a la que conozco, y a otros que ni siquiera sé quiénes son. Hacen sus cosas. Algunos están juntos y otros van por libre. Juegan al dominó, escriben, charlan. Incluso hay quien trabaja. Hay un carpintero, un zapatero, un herrero y otros muchos oficios que allí siguen siendo tan importantes como antes porque son importantes para ellos. Hacen sus cosas, como digo, y de vez en cuando se asoman a mirarnos. A ver cómo lo llevamos, cómo estamos sin ellos. Casi nadie ha querido subir por gusto, pero tampoco están enfadados. Es lo que hay, piensan. Morirse forma parte de la vida, aunque a estos de ahí abajo (se refieren a nosotros) se empeñen en esconderlo. En hacer como si la muerte no fuera con ellos ni con los suyos, hasta que llega, porque siempre llega, y se les desbarata todo. En este cielo hay otros que sí quisieron subir antes de tiempo, que se adelantaron. Y son muchos.

El año pasado se suicidaron casi 4.000 personas en España. Es el triple de las cifras de fallecidos por accidentes de tráfico. Más de diez españoles decidieron matarse cada día. Uno cada dos horas, más o menos. En Huelva hay al menos un intento diario de suicidio, y 45 onubenses lo han conseguido en lo que llevamos de 2021. Uno cada semana. Las cifras hablan por sí solas, y eso que en las estadísticas no se contabilizan los que se esconden, que se ocultan, porque aún hoy el suicidio es un tema feo del que es mejor no hablar. En estos días, el suicidio de Verónica Forqué nos ha venido a recordar que por mucho que queramos ocultarlo, como hacemos con la muerte, está ahí, que es muy real y que puede evitarse. El 90% de las personas que se suicidan, según datos de la OMS, han padecido un trastorno mental, y en la mayoría de casos, depresión. Sin embargo, nuestra maravillosa sanidad pública, que es la mejor del mundo y blablabla, cuenta con once psiquiatras y seis psicólogos por cada 100.000 habitantes, que es la mitad y una tercera parte, respectivamente, de los que hay en los países de nuestro entorno. No disponemos de recursos, así que cuando alguien necesita atención porque siente que algo raro le pasa, el retraso es tal que cuando le toca ya se encuentra en un proceso tan agudo de la enfermedad que se hace muy difícil curarle. A la salud mental, en España, no se le presta atención. Y los de arriba, los que no quisieron subir y, sobre todo, los que sí, se enojan, con razón, cuando miran por el agujerillo y ven que aquí abajo nos importa más que en Netflix hablen en catalán y que el PP tenga cena de Navidad que el hecho de que cada día haya personas que se maten a sí mismas porque no han encontrado la ayuda que necesitan. Porque los médicos llegaron tarde o ni siquiera llegaron. Porque a la salud mental la miramos tan poco, tan de reojo, que la hemos hecho invisible.

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