Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Yo sí quiero acordarme de ti

A la víctima de 'la Manada' le llega un doble castigo, el de asistir al espectáculo de una sociedad que no piensa en ella

En el fondo soy un ingenuo. Parece que he tenido bastante y cada día me sorprendo bufando y con las manos a ambos lados en la cabeza, como si no hubiera sido bastante para saber en qué tipo de sociedad vivimos y cómo nos han traído hasta aquí sin que nos despedacemos todos. De la Manada lo sé casi todo y nada bueno, de los jueces que los dejaron con un tirón de orejas también. El discrepante, apareció en una concentración y agradeció las muestras de apoyo de un colectivo que hace del corporativismo su modo de vida. De quienes los condenaron por lo que no hicieron (por más tiempo que pase, no entiendo cómo es posible considerar como abusos a unos actos así) siguen desayunándose con una resaca en el que el ministro de Justicia ha vuelto a meter la pata (¿y van?) y cada día que pasa hace un cifuentes. Ahora, incluso nos trasladan la opinión de psicólogos de lo evidente, que nos narran las sensaciones que debió pasar la víctima. No contentos con esto, en la misma cadena que a una concursante de un grupo de inútiles desocupados en una isla le levantan la camiseta para que enseñe las tetas, o la que se trae a un tertuliano que pide que se muestren vídeos de su vida sexual y luego se le llena la boca a la reina de la mañana en defender el papel de la mujer, ponen unas grabaciones en las que se escucha ("con la voz distorsionada", dice la estrella) lo que dijeron en ese lúgubre portal.

No ha habido nadie, absolutamente nadie, que se haya acordado de ella. Una niña de 18 años que cometió el pecado de emborracharse en los Sanfermines (notición) y morrearse con un tipo. Si cualquiera de nosotros lo hubiera hecho, habría presumido de machotecastigador, pero una mujer sabe a lo que se expone, sobre todo en una sociedad bañada en tanta miseria. No sé ni cómo se llama ni quiero saberlo, pero muchas veces a lo largo de estos días me he acordado de ella. No quiero ni puedo imaginar cómo se sentirá, qué pensará al ver de qué manera se utiliza su caso para conseguir una audiencia deleznable en unos programas de vergüenza. No puedo entender cómo después de haber sufrido lo que sufrió, la única respuesta que hayamos sabido darle es una polémica política, una ristra de tertulianos que saben de todo, unos expertos que le dicen lo que debió sentir, unos profesionales del periodismo que no se paran en manosear la vida de quien se les ponga por delante y una sociedad que todavía no se lo puede creer. Ánimo y suerte.

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