Dentro de dos días termina un año que pasará a ser inolvidable muy a pesar nuestro, un año que marca un punto de inflexión en la historia global, la pandemia solo ha hecho acelerar algunos procesos que ya se veían venir y poner de manifiesto de manera inmediata las consecuencias de unos estilos de vida y de una globalización que sabíamos algún día tenía que estallar.

La globalización ha supuesto la reestructuración de los grandes bloques que controlan la economía mundial, cambiando incluso la estructura productiva de países que como España ha dejado de producir muchos bienes ya que es imposible ser competitivos con los precios que vienen desde países orientales, enfocando su economía a los servicios y el turismo.

Todo el proceso comienza casi sin darnos cuenta con la irrupción del todo a cien (en aquel momento todavía en pesetas), este comercio en apariencia inofensivo suponía un ataque en toda regla a las producciones nacionales, permitiendo un consumismo desaforado en el que es más barato tirar esa herramienta o utensilio de cocina que se ha estropeado que comprar uno nuevo en esas nuevas tiendas de los chinos y así lo asumimos con total naturalidad.

Después llegaron las ventas por internet la ya herida economía patria se desangraba a través de los comercio tradicionales que siguen a día de hoy tratando de sobrevivir en un entorno hostil de precios a la baja y demanda derivada hacia otros canales globales en su mayoría extranjeros.

Pero es en 2020 cuando llega el rejón definitivo, la pandemia afecta de manera directa a la movilidad internacional de personas, que no de mercancías y es aquí donde quedamos especialmente tocados a nivel mundial, nuestra economía basada en el turismo se desploma al no poder disponer de materia prima, los hasta ahora rentables turistas dejan de venir y de pronto nos damos cuenta que nuestra estructura productiva generadora del pib nacional es muy endeble, por la escasez de estructuras industriales y por la poca inversión en I+D+i.

2020 es el fin de un ciclo económico no solo en España, es el comienzo de una nueva forma de generación de riqueza donde profesiones tradicionales ya tienen puesta su fecha de caducidad y la globalización muestra sus primeras debilidades.

También estamos en el principio del fin de los vehículos de combustión, por fin a nivel global se ha tomado conciencia de que nos dirigíamos a un mundo medioambientalmente insostenible, la subida del poder adquisitivo en China nos hace ver que no podemos seguir contaminando el planeta de manera indefinida y que las energías alternativas tienen que dejar de ser una opción para ser la única posibilidad.

Pero de este 2020 lo realmente malo no es el cambio de ciclo económico, lo que más daño ha hecho ha sido que nuestros hijos hayan sentido la desconfianza de abrazar a sus abuelos, sentir que el cariño debe ser contenido ya que un abrazo puede ser un arma mortal y que si quieres a alguien lo que tienes que hacer es no visitarlo para no ponerlo en peligro, ¿lo demás? Lo demás es solo dinero.

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