No puede ser

Vivimos en una locura suicida que, si la providencia no lo remedia, no acabará bien

La nación española tiene una declaración de intenciones para regular la convivencia y tres símbolos que representan a la nación misma. La declaración es la Constitución de 1978 y los símbolos son el Rey, la bandera y el himno nacional. Los símbolos son iconos, con los que identificamos la nación. Somos todos, representan a todos los que fueron antes de nosotros y a los que vendrán. Ante algo que es imagen de la historia de un pueblo sólo caben dos palabras: o amor o respeto, no hay más. Por tercer año los símbolos de la nación española han sido ultrajados en un campo de fútbol. El Rey y el himno nacional fueron pitados de forma ensordecedora. Y esto no puede ser. No puede volver a ocurrir. Yo, y millones de españoles, sentimos que se mofan de nosotros, miccionan sobre nuestras cabezas y defecan sobre nuestra historia y nuestros muertos. Y hasta ahí podíamos llegar. Esto viene ya de muy largo, de demasiado largo. Todos los gobiernos democráticos han permitido que en dos regiones españolas se instruya a los jóvenes en el odio brutal a España. Esto no ocurre en lugar alguno del mundo. Somos una miserable rareza. Un pobre país humillado. Ningún Estado del mundo permite y financia partidos cuya única misión es la destrucción de ese mismo estado. Y los hay regionales y estatales, para escoger. Vivimos en una locura suicida que, si la providencia no lo remedia, no acabará bien.

Los culpables están ahí, son los gobiernos habidos hasta la fecha que no han movido una pestaña ante los golpistas secesionistas que andan a sus anchas. Se está preparando un golpe de Estado a fuego lento ante los ojos atónitos de toda la nación, con toda la permisividad habida y por haber. Presidentes de Gobierno que han jurado guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado han consentido el choteo y la mofa de esa Constitución y de ese juramento. Cuando la Policía detecta que alguien está preparando la comisión de un delito va y detiene a los conspiradores y los pone a disposición judicial. Aquí a los que urden el delito de sedición se les saluda afectuosamente y se les financia un déficit que ya sube de los setenta mil millones de euros. Lo de la ofensa y humillación del campo de fútbol del sábado pasado no es más que la punta de un gigantesco iceberg contra el que ha chocado el Titanic llamado España y ya sabemos dónde acabó el famoso trasatlántico. No sé si estamos a tiempo de salvar el barco. Me temo que no. Las medidas necesarias para ello son tan drásticas que el Gobierno paralítico e inane que tenemos tratará por todos los medios de no tomarlas, como siempre.

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