Todo puede empeorar

Se necesitará rehabilitación y convalecencia para curar los males políticos que se padecen

Hacer predicciones no es fácil y si no que se lo pregunten a los meteorólogos. Dicen que lloverá y después ni una gota; lo mismo que al contrario. Pero eso no significa que no valgan sus pronósticos sino que hay que tener presente que cabe un cierto de grado de probabilidad de que no se cumplan. Lo mismo sucede en casi todo en la vida. Pensamos que algo ocurrirá con seguridad y por lo que sea no acaece. No obstante, admitiendo esta cuestión y aceptando un margen de equivocación, me permitiré el lujo de proponer un par de hipótesis. La primera es que las elecciones generales venideras no arreglarán el patio político y, la segunda, que la situación puede empeorar -eso sí, sin vaticinar hasta qué punto-. ¿Pesimistas? No, sencillamente, realistas. ¿Por qué? Pues porque todavía hay margen, pero no para mejorar, sino para ahondar en el deterioro que se está produciendo en las instituciones y en el día a día de la propia democracia. ¿Exclusivo de España? No, tampoco, pero no debe consolarnos el que en otros países también se estén dando esos mismos fenómenos. Por lo que aquí respecta hay que decir que se ha perdido algo que fue evidente durante la Transición, con todos los fallos que pudiera haber tenido; me refiero al intento de buscar vías de entendimiento entre partidos que eran diametralmente opuestos en ideologías. Ahora no es así, salvo cuando entran en el mercadeo obsceno de esto para mí y esto para ti a cambio de que hagas tal o cual cosa o tomes esta o la otra decisión. Y no solo eso, se han perdido las formas en las relaciones y en la comunicación, y aunque no haya que pontificar con las mismas, ya que pueden ser revisables, sí son necesarias para el buen funcionamiento social e institucional y para la paz social. En los últimos tiempos nada se salva. El Congreso se ha convertido en un anfiteatro para la escenificación de malas obras, como las que nos tiene acostumbrados Rufián; el Ejecutivo constituye una fuente de penosas y morbosas noticias acerca de más de uno de sus componentes; y la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial ha sido objeto de maniobras indecorosas. Cada día se está a la espera de que surja un nuevo escándalo. De momento, se han callado las grabaciones de Villarejo, pero el filón de desvergüenzas parece inagotable. No sé si tendremos terapias democráticas para curar estos padecimientos, pero si las hay todo parece indicar que se requerirá bastante tiempo de rehabilitación y de convalecencia.

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